Entre los siglos XVI y XVIII la aristocracia francesa disponía de jaurías de unos hermosos perros blancos que usaban como acompañantes y también como cazadores. Se dice incluso que el Rey Carlos IX estaba tan apegado a su perrita que cuando ésta murió hizo que toda la corte estuviera de luto. Estos perros, no obstante, se extinguieron, pero en el siglo XIX se decidió recuperarlos, y de aquí nace el Billy, la réplica exacta de aquella famosa raza.
En sus ancestros hay una gran cantidad de perros ya extintos, como el Larye, el Céris y el Montemboeuf. Como los perros a los que intentaban emular, los Billy eran grandes cazadores, con rápidos reflejos, una buena resistencia y un olfato infalible. Se usaron en la caza de liebres, jabalíes y corzos, siguiendo a los cazadores a caballo.
El Billy es un perro fuerte, musculoso y aún así elegante, de pelaje muy corto y duro. Son invariablemente blancos, aunque pueden tener manchas en el manto, como naranja claro, o limón. Su temperamento es ardiente, es un animal muy valiente y perspicaz hecho para galopar a toda velocidad durante mucho tiempo. Y hay algo que se debe saber antes de hacerse con uno: es muy ladrador.
Para educar a este perro hay que tener en cuenta su gran energía. Lo cierto es que no es un muy buen perro de compañía: es demasiado enérgico, siempre quiere correr, necesita una jauría, cazar. Aún así se puede conseguir, si se le provee de mucho ejercicio, juegos que le permitan desatar su instinto cazador (como perseguir la pelota o rastrear algo) y un adiestramiento firme que les permita sentirse seguros.
Si quieres tener a un Billy como animal de compañía deberás darle la educación adecuada. De otra manera se volvería loco en poco tiempo. Por suerte es un perro muy resistente, así que nada será suficiente para este saco de nervios.
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Marcos Mendoza.