Por Elsie Carbó
ecarbo@enet.cu
Escribo este post para condenar la total impunidad que disfrutan en este país esas personas que ni trabajan, ni estudian, transgreden y andan por las calles haciendo solo daño. Entre ellos me voy a referir a los violadores. Con mucho dolor e indignación leo una vez más actos de esta magnitud que lastiman emocionalmente el alma de la población. Nada puede despertar más rechazo que saber que existe un individuo con esas características en el barrio. Porque nadie que tenga un ápice de humanidad o decencia puede mantenerse indiferencia cuando sabe que un niño, una niña u otro ser vivo acaba de ser mutilado por una violación y clama por ayuda. Lo sé perfectamente porque tengo una perrita recogida que a consecuencia de la violación de un borracho aún se le están aplicando tratamientos. Y es ahí adonde quiero llegar porque pienso que este país puede soportar años y años de penurias, escaseces, y falta de los elementos más indispensables para subsistir, como jabones, detergentes, fósforos, café siempre lo ha hecho sin protestar, pero lo que no se puede soportar por mucho más tiempo es la indiferencia de las instituciones o cuerpos represivos ante actos tan aberrantes como la violación, sea contra menores indefensos o animales desamparados.
Hace días circula en las redes otro de los llamados pidiendo ayuda para socorrer a una perra en Alamar que fue violada brutalmente por un hombre. Es una más de los cientos de animales que a diario enfrentan la barbarie en que cada día se sume el país donde, todavía está reciente en nuestras mentes el caso del violador de Monterrey, un joven que hasta grababa y enviaba los videos fuera de Cuba para demostrar su degenerado poder. Por suerte los altruistas y hermosos dan la cara, en la foto la perrita salvada después de ser operada. Cada día se publican asesinatos en masa de gatos, perros quemados vivos, apaleados, caballos reventados en las calles por el esfuerzo a que los obligan, transgresiones de todo tipo y casi todo ante la vista gorda de las autoridades que no se toman ni un minuto para combatir el tema en un discurso oficial. Con lo mucho que beneficiaria que el presidente tocara el tema con todos los yerros, como decimos en la calle, para poder continuar con la esperanza en ristre.
Este es un país que le dedica bastante tiempo a impedir que algunos desafectos del gobierno salgan a la calle con carteles, cacerolas o cascos para protestar, o que marchen en grupo contra alguna decisión de una dependencia pública, o que se tomen la justicia por su cuenta como ocurrió con el violador de una niña en Santiago de Cuba que trajo como consecuencia el enfrentamiento del orden público y la población. A mi modo de ver nada de estas cosas cambiarían el rumbo de este país que durante 60 años ha pasado y ha sufrido de lo humano y lo divino en grandes cantidades, azotada por vendavales internos y externos, lo ha demostrado y lo hemos vivido, pero con lo que si no se estaremos de acuerdo es con el perjuicio espiritual que está soportando la población amante de los animales al no tener respaldo oficial para combatir esta incultura social, eso por llamarlo de algún modo, cuando en realidad estamos tocando fondo.
Soy de las que no estoy de acuerdo en tomar la justicia por cuenta propia, pero ¿qué nos deja este vacío institucional? Dentro de poco se conmemorará el año de la Marcha que realizamos por los Derechos de los Animales y volveremos a las calles, si lo amerita, para pedir por la Ley que regule, castigue y controle a los infractores de estas agresiones, lo haremos en nombre de todas estas víctimas que han sufrido violaciones a manos de elementos marginales y enfermos, estoy convencida de que sacar de las calles a un violador de un perro es también proteger a nuestros hijos y nietos de una posible violación, por eso, creo que demandar leyes que castiguen estas conductas es también pensar como país.