Por Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Hoy hablo sobre los animalistas cubanos, y en general otros que en sus
espacios luchan por un propósito justo y humano; pero esos que han tenido desde siempre
su plaza sin pensar en sacrificios ni pruebas de fuego que les impidan realizar
con éxito su altruismo diario, son indispensables, así de simple, lo dan todo por la defensa
de sus sentires, y como es natural, quien siembra bien, recoge lo mejor, a pesar del
tiempo que haya que esperar en virtud de llevar las ideas a leyes y que el
pensamiento elabore cambios, porque al final la sabiduría vence y la
inteligencia se impondrá. Por lo tanto, los invito a tomarse un café.
Pero ya que estamos de aniversario les voy a contar la historia de un sapo que
viajó en tren desde la ciudad primada de Baracoa, en los confines de Cuba,
hasta el poblado habanero de Alamar, y lo hizo despreocupado porque no era
cualquier sapo, se había convertido de la noche a la mañana en un sapo
inmigrante en busca de un mejor lugar donde residir y poner a prueba sus
sueños, porque ya había experimentado de todo y había sobrevivido
misteriosamente al hambre y a la oscuridad, a la sed y a los aplastamientos en
las riberas de las aguas cristalinas del inefable río Miel, visitado por turistas,
camioneros, bicicletas y gente entrenada para matar con mala intención.
Lo que les digo es que su existencia no valía mucho más que un comino de los
que vienen de Ceilán. No sabía lo que le esperaría en aquel destierro forzado
pero tenía las antiguas mañas heredadas de sus antepasados de que cualquier
lugar es versátil si se sabe aprovechar con esfuerzo y expectativa, así que salió
a vencer, a pesar de su holista melancolía sobre su suelo amado, y se
acomodó en aquel apartamento con vista solo a un promisorio bosque urbano,
sin darle cabida a los desaires o las injurias que por ser un sapo desterrado
tuvo que soportar.
Y yo me pregunto: Qué mal le hizo el sapo al mundo para ganarse tal
aversión? Hoy hablo de un sapo, pero pudieran ser miles las criaturas que
pueblan la tierra y a las que los seres humanos desprecian, odian o temen de
alguna manera, razón para que en virtud de esas erradas pasiones se compren
armas y le corten la vida hasta al más inocente tomeguín del pinar, porque en
definitiva esas complejas actitudes son como parte de un entrenamiento
personal para después ir más allá de los animales, como versan muchos
estudios de eméritos científicos cuando apuntan que las grandes mentes
criminales o sicópatas, primero han desarrollado un malsano sentimiento de
odio hacia las criaturas indefensas, para después probarse a sí mismos que
matan de verdad.
Y matar, señores, es la práctica que aún no está en desuso, al contrario, cada
vez más se pone de moda, si no vea usted las grandes cadenas de televisión,
los estrenos cinematográficos o las nuevas obras de arte, que casi todas ni
escapan al sangriento dilema que vive hoy la humanidad. Y esa práctica de
matar la sufren en mayor medida los animales, unas veces por el poder de la
naturaleza en inundaciones, volcanes, incendios o huracanes, y otra es la
mano del hombre, cuando decide una guerra y extermina por mercados, que tal
proximidad no es ajena actualmente, eso lo tenemos ante nuestros ojos.
Sobre todo en tiempos en que un individuo por simple diversión cortesana asesina pollos,
perros o sapos inocentes. De un entorno así se puede decir que no será un
buen lugar para vivir en el porvenir, si falta la cultura de la generosidad, escasa
u olvidada en el entorno social, poco importará que seamos una sociedad con
los éxitos tecnológicos súper avanzados y a punto de tocar las estrellas, porque
no basta una instrucción a la que de nada valdrían ni leyes ni decretos si no se
cambian radicalmente los modos de pensar, que es en definitiva donde se
debaten los conflictos emocionales y la falta de amor hacía los seres vivientes
que habitan el planeta.
Alguien dijo que “los grandes asesinos a menudo fueron niños que nunca
aprendieron que está mal sacarle los ojos a un gato”.
Hay datos de maltrato animal que dicen que personas con antecedentes de
este tipo de comportamiento son cinco veces más propensos a cometer
violencia intrafamiliar o violencia de grupo, algo que la vida nos ha demostrado
más de una vez en estos tiempos en los que son atacados templos y escuelas,
y la violencia y el odio se enfilan hacia aquellos que se destacan simplemente
por sus diferentes ideas, solo hace falta leer titulares. La familia es el lugar
principal donde el ser humano crece y aprende los comportamientos, las
emociones, los sentimientos y los rasgos que caracterizarán su personalidad.
Si dentro del hogar abusar de otros es visto como algo normal, con toda
probabilidad esta actitud será repetida por el niño.
Para superar la discriminación hacia otras especies que no sean humanas es
de vital importancia fomentar la educación en el ámbito familiar y escolar, que
tiene que ver con el respeto del ser vivo y el amor hacia ellos. Y como me
imagino que alguien querrá saber el destino que siguió el sapo de mi historia,
les diré que un día retornó al libre albedrío que le proporcionó el humeral más
aspirado con sus oquedades naturales que le proporcionó un nuevo empezar,
para quizás así poder cumplir su breve sueño de libertad, que debe ser el
mismo de cada ser humano, para que el futuro llegue con algo mejor a su
puerta y no sea ni parecido a aquel que le tocó conocer.