Por Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Hablaré sobre caballos. Pero antes debo decir que si hay algo que lamento seriamente es que no he tratado este tema como se merece, no le he dado en esta sección la atención debida a un problema que rebaza ya los marcos de lo permisible en un país, me refiero a la crueldad con que son tratados estos animales. Lo reconozco. Con tanto que habría que exponer es imperdonable, pero soy, llegado el caso, el último eslabón en esta cadena de mando, es decir, no tengo el poder para tomar decisiones y mucho menos, para terminar con el sufrimiento por el que ellos atraviesan en la actualidad.
Tengo tantas evidencias y comentarios sobre la desastrosa situación de penurias, torturas y calamidades a que los obligan en sus labores diarias que ya casi es insostenible su existencia, lo mismo en la capital como en el resto de las provincias del país, sometidos a regímenes de hambre y sed, sobrecargas y falta de descanso, esto sin mencionar otros suplicios, la protección de los caballos hoy está olvidada, no tienen quien haga por ellos, porque las asociaciones o proyectos que existen solo ayudan a perros y gatos, algo plausible pero los indefensos caballos no caben en esos programas y tampoco el gobierno tiene implementada ninguna disposición que los preserve. Y soy de la opinión que hay que denunciar ese estado de abusos, exigir que se tomen medidas drásticas para atajar este desmedido negocio que atenta contra la vida de los equinos, y lacera el equilibrio anímico de los ciudadanos, me refiero a aquellos defensores y amantes de los animales. Converso con amigos y conocidos que viajan al interior y me relatan historias de espanto lo mismo en Holguín, que en Camagüey o Matanzas, precisamente de esta provincia es el padre de la colega de Juventud Rebelde, Aracely Bedevia, quien me ha preguntado adonde podría inscribirse para combatir el maltrato a los caballos que existe en la Atenas de Cuba, conocedor a cabalidad del contexto por haber sido cochero, necesita algún apoyo oficial para luchar de alguna manera contra esas prácticas en esas calles, donde caen extenuados a palos, y otras enloquecen por la violencia del castigo.
Le explico entonces que desgraciadamente no tenemos esa herramienta legislativa para impugnar a los maltratadores y desalmados que lucran con el dolor de los animales, ni siquiera la policía interviene, tampoco se ha elaborado la Ley al respecto, a pesar de las solicitudes a los órganos correspondientes. Por lo tanto hay que seguir mirando impávidos como se aniquila una fauna de magníficos ejemplares que alguna vez fue orgullo en esta Isla, y de la cual, con el más sereno cinismo, muestran como si nada en algunos programas televisivos, donde según dicen, se crían saludables sementales en las magníficas fincas que tienen las empresas estatales en el territorio. Es una paradoja increíble, como para la población crea que todo está bien con ellos, y que nadie piense que no existe en Cuba un plan que preserva la vida de los caballos.
Pero a lo sumo son unas pocas voces que se levantan, como Nora García en Aniplant, u otras aisladas en las redes sociales o algún blog desperdigado por el universo digital, pero que tampoco son escuchadas por quienes tendrían en sus manos el fórmula para detener la barbarie. Quiénes podrían ser esos seres humanos poderosos que pueden ponerle freno a estos daños físicos y mentales que les están infringiendo a los caballos? A esta altura de mi vida para mí es un misterio. Está muy claro que los que quieren hacer dinero a costa del dolor de esta fuerza de trabajo no siempre son los mejores ciudadanos, también observo que no son esas personas solidarias o altruistas en su barrio, y dudo mucho que luchen a diario por hacer de este país un lugar mejor en el planeta. No pueden albergan un buen corazón quienes matan a golpes a un animal o destruyen por gusto un ómnibus de pasajeros, solo por poner un ejemplo. Por eso pienso que la ley debe penalizar con la misma firmeza tanto a unos como a otros. Sobre todo a aquellos ciudadanos que sin ética ni moral quieren contaminar con su actitud delictiva el entorno donde vivimos.
Habría que preguntarse, qué hemos hecho tan mal para que en una sociedad que aboga por la excelencia en la cultura, la educación y la salud, haya desarrollado un comportamiento tan agresivo y pernicioso en un segmento de la población, del que aún ignoramos su magnitud?
No quiero ser reiterativa pero pienso que somos también víctimas de esos seres humanos inescrupulosos que solo tienen en mente sacar dinero de cualquier modo. Es sabido que hay grupos, ONGs, proyectos y asociaciones que trabajan para proteger a los perros y a los gatos, pero podría decirse que los caballos son el último eslabón de atrocidades que no tienen defensores, se ignora todo sobre ese micro mundo donde se desarrollan sus actividades, conociéndose que hay cocheros que los mantienen al sol durante horas sin agua, que las cargas que transportan exceden sus fuerzas, que son apaleados, torturados, masacrados aún en estado de gestación las hembras, se permite alevosamente y hasta se mofan de quienes salen en su defensa en plena calle, lo más triste es que los caballos son en el reino animal los que tienen un alto sentido de inteligencia desarrollado, su fidelidad para con los amos no tiene límites, tal vez su percepción de desamparo los hace obedientes hasta el final de sus fuerzas, quizás esperando que un día se les bride un buen trato, con amor y respeto de parte de los seres humanos. Relegarlos o ignorarlos es como ser cómplice de ese vergonzoso crimen que asola nuestras calles.
Nosotros, los que nos formamos en los ideales de justicia enarbolados por el propio Comandante en Jefe Fidel Castro, solo queremos un entorno en paz y descontaminado, sin más violencia contra los animales, y si no hacemos algo por salvarlos, estaríamos también condenándolos al olvido y a la muerte.