Por Elsie Carbó
Hasta mi casa llegó José, un señor de poco más de setenta y pico de años de edad, muy afligido y tembloroso para decirme que su gata ha desaparecido, la misma gata que hace menos de un año él llevó, con tremendo sacrificio, hasta la clínica de Carlos III, y el dr. Cosme la esterilizó. Está desaparecida, como otras y otros que en mi barrio no se sabe dónde están, o cuando aparecen vienen heridas de muerte con la garganta cortada o fracturadas en las patas o en el lomo, debido a machetazos o pinchos, que usualmente los cazagatos utilizan para sus asaltos.
No es la primera vez que me refiero a esta suerte macabra de moda que últimamente estamos padeciendo, y no es la primera vez que demando que las autoridades investiguen, detengan y castiguen este tipo de práctica, dañina para la familia amante de estos animales que no tiene por qué sufrir ataques de este tipo donde se ven lastimados emocionalmente los niños. Tengo aún muy fresca en la memoria el caso de Mauro, un niño de mi cuadra, a quien le mataron su gata de la forma más espantosa que se puedan imaginar, lo que le trajo por consecuencia un trauma, y variados tratamientos para contrarrestar su desequilibrio psíquico, además de la pérdida de su año escolar.
No quiero ser exagerada pero no sé adónde se puede llegar ante la impotencia de no poder actuar contra esos individuos que operan en las sombras, cazan, roban y matan con la finalidad de hacer dinero a costa de los animales, no son una ni dos ni tres personas afectadas, son muchas y cada vez se suman más, hasta el punto de que se monta guardia en las esquinas o en los portales por si los bandoleros se atreven a pasar, sin embargo, no creo que esa sea la solución, porque nadie puede tomarse la justicia por su mano, al menos eso es lo que tipifica la ley, no obstante las agresiones contra estos tipejos podrían ocurrir y es por lo que hago un llamado a la autoridad.
Hoy he visto a cuatro potenciales cazadores y no pude hacer nada, cada uno llevaba un palo con algo cortante en la punta, varas de pesca y grandes mochilas o sacos a sus espaldas, díganme si me equivoco, ¿habrá en plena calle 20 de Mayo un mar para pescar? Están ahí, en plena calle, a simple vista, paseándose como si nada, y atisbando en las aceras o en los portales algún gato desprevenido o durmiendo la siesta, no tengo autoridad para pararlos y pedirles identificación ni registrar sus equipajes, eso le compete a la autoridad, a la policía, a la que sí veo cómo en otros casos de sospechas por otros motivos, como pueden ser robos en viviendas y entidades estatales o motivos políticos, a los cuales investigan y detienen con gran diligencia, los vemos en el noticiero, y eso es bueno, quiere decir que nos están protegiendo, pero ¿qué tanto estamos protegidos de esta horda servil y mercenaria que atemoriza y causa sufrimiento en medio de esta pandemia que estamos viviendo? Queremos escarmiento, queremos justicia, nuestras calles no pueden estar asediadas por elementos sin escrúpulos que ni trabajan para ganarse la vida dignamente, ni hacen nada útil, ni decoroso por este país. Esta es una realidad que no se puede ocultar.