Durante la primera semana aproximadamente y mientras el gato esté en el mismo espacio es conveniente tener controlado al perro con la correa.
Se recomienda poner de comer a ambos lados de la puerta que les separe de habitáculo. Esto hará que relacionen algo agradable (comer) con los olores del otro. Todo debe hacerse muy lentamente y sin prisas. Inicialmente no colocar los comederos tan pegados a la puerta que haga que ambos se sientan demasiado intimidados por la presencia del otro como para no comer. Después hay que ir acercando los comederos gradualmente hasta que ambos puedan comer tranquilamente, directamente a cada lado de la puerta.
Intercambio de olores
Intercambiar sus camas para que se acostumbren a los olores del otro, resulta muy útil. Se puede frotar una toalla sobre uno de los animales y colocarla bajo el comedero del otro. Esto debería hacerse con cada una de las mascotas en la casa.
Hay que hacer entender al perro que el gato es aceptable, para ello el perro ha de conseguir algo que quiere toda vez que el gato esté presente.
Se motivará al perro con pequeños 'premios' (comida), que serán imprescindibles cuando tenga delante una distracción tan fuerte como la presencia de un gato. Necesita algo realmente sabroso que supere la distracción que supone el gato.
Mantener al perro atado con la correa y premiar el que esté calmado y callado. Estos pasos hay que hacerlos cada vez que se deje al gato suelto por la casa. Al gato también hay que premiarle para inculcarle la idea de que el perro es aceptable.
Presentación controlada
Una vez que ambas mascotas se sienten cómodas comiendo a ambos lados de la puerta y han sido expuestos a los olores del otro como se ha descrito anteriormente se puede intentar una presentación controlada cara a cara entre ellos. Es conveniente tener al perro atado con su correa y mediante 'premios', mantenerlo bien sentado o tumbado y quieto.
Necesitaremos de otro miembro de la familia que traiga al gato en brazos al tiempo que le da algo rico de comer. Durante el tiempo que el gato esté en la habitación, se debe atraer la atención del perro hacia el propietario y no dejar que el perro fije su mirada en el gato. Inicialmente ambos deberán estar en los extremos opuestos de la habitación.
Muchas sesiones cortas son mejores que pocas sesiones largas. Para empezar serán suficientes 2 ó 3 minutos y la sesión debería acabar en buenos términos. Una vez la sesión se realiza con éxito, se debe retirar al gato y jugar con el perro a modo de recompensa.
Se deben repetir estos pasos, hasta que ambos toleren la presencia del otro sin que haya signos de miedo, agresividad o cualquier otra conducta indeseada.
Liberar al gato
Dejar que el gato explore libremente, manteniendo al perro atado con su correa y haciendo que su atención se centre en el propietario e ignore al gato. El perro se mantiene con la correa, y en estado de calma.
Si el gato huye o demuestra agresividad es que estamos yendo demasiado rápido y es necesario volver a comenzar desde el paso en que ambos puedan estar de nuevo tranquilos.
Si el perro sólo recibe castigos cuando está en presencia del gato y no lo asocia con algo agradable puede que dirija su enfado hacia el gato en forma de agresividad.
Precauciones
A los perros les gusta comerse la comida de los gatos. Deberemos tener la comida del gato fuera del alcance del perro (en un armario o estantería alta). Es también frecuente que los perros se coman las heces de los gatos. No supone un riesgo para la salud del perro pero resulta muy desagradable y puede llegar a producirle problemas de diarreas. La mejor solución es colocar la bandeja de arena en un lugar fuera del alcance del perro.
Por Carmen Martín, de Voran Educadores Caninos.
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