Casey fue encontrada en las calles de Bali cuando tenía pocas semanas de vida. Era pequeña, estaba sucia y ya no podía tenerse en pie. Debían haberla abandonado, y, como era tan pequeña, no pudo sobrevivir. Si no la hubieran encontrado, no habría sobrevivido mucho más.
Pero por suerte fue encontrada por personas compasivas que no la dejaron sin más: vieron que tenía tantas ganas de vivir, así que la pusieron a salvo y se aseguraron de que sobreviviera.
Olga se enamoró de ella en cuanto la vio. Era tan pequeñita y necesitaba ayuda, así que la mujer puso todos sus recursos y su tiempo en conseguir que Casey, así la llamó, creciera sana y fuerte. ¡Y vaya si lo hizo! De cachorrita diminuta que no podía tenerse en pie pasó a una perrita de más de diez kilos, un animalito feliz, alegre, juguetón y sociable que perseguía gatos solo para jugar con ellos… aunque estos no tuvieran muchas ganas.
Algo muy divertido sobre Casey es que le encanta ir en motocicleta. Tal y como lo oyes. Casey disfruta de los paseos en motocicleta como el que más, por ejemplo yendo a la playa, pero más aún disfruta de su trabajo.
Olga es directora de una pequeña escuela en Bali, y como tal, en seguida se sintió en la libertad de llevar a su perrita a clase. Y fue la mejor decisión que podría haber tomado.
Los niños ADORAN a Casey. Cuando la perrita entra a un aula, el profesor sin duda pierde a sus alumnos durante unos minutos, porque todos chillan y la llaman y quieren tocarla. Pero está bien, porque Casey les enseña algo que va más allá de las matemáticas o la historia: les enseña de compasión, de amor y de ternura, de tratar con cuidado a los que son frágiles, y de ayudar a quien lo necesita.
Marcos Mendoza
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