Popularmente se les conoce como 'lazarillos' y algunas veces les vemos ejerciendo su trabajo en el transporte público o ante un paso de peatones. Estos perros adquieren, gracias a un esmerado adiestramiento, el papel de ojos del que no puede ver. En su entrenamiento participan especialistas que no sólo les adiestran para su posterior asignación a una persona ciega, sino que también les trasmiten valores como el cariño, la comprensión y la ternura.
El punto de partida de la historia del perro de guía puede marcarse en la fundación de un instituto para ciegos en Viena por Herr Johann Whilhelm Klein en 1819. Las ideas de Kleim fueron extraídas de la vida de un hombre ciego llamado Joseph Resinguer que enseñó a tres perros para que le ayudaran en sus labores cotidianas.
Por fin, el proyecto de Klein inspiró, en 1916, al doctor Gerhard Stalling, que estableció una escuela de entrenamiento para perros con el objetivo de adjudicarlos a excombatientes alemanes de la Primera Guerra Mundial que habían perdido su facultad visual. En los años 20 llevaron la primera escuela a Estados Unidos, a cargo del invidente Morris Frank y después a Inglaterra y a Italia.
La labor en España de la ONCE
El mayor centro de adiestramiento de toda Europa se encuentra en nuestro país. Está gestionado por la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) y lleva por nombre Fundación ONCE del Perro-Guía. Se trata de un espacio que supera los 100.000 m² equipado con todo lo necesario para cubrir desde el nacimiento del can, hasta su educación y posterior entrega al invidente.
Las instalaciones cuentan con residencia, paritorio, clínica y campo de ejercicios, además de diferentes lugares habilitados para el entrenamiento de los perros por los que pasan más de cien ejemplares al año. La labor de entrenamiento la pone en práctica un equipo cuya máxima es la profesionalidad y el amor a los animales. Existen desde adiestradores caninos hasta veterinarios cuyo objetivo es hacer de un perro una herramienta útil para una persona ciega, además de una compañía ideal.
Características del perro lazarillo
Las primeras prácticas en adiestramiento tuvieron como referente al Pastor Alemán, puesto que era la raza más popular en las tierras teutonas. Actualmente se usan mucho, además del Pastor Alemán, el Labrador y el Golden Retriever. En cuanto al sexo, no hay diferencias entre machos y hembras, siendo ambos aptos para convertirse en el mejor instrumento de movilidad de una persona incapaz.
Los criadores intentan conseguir la genética perfecta por medio de cruces para, después, formar definitivamente al can. Físicamente, los perros-guía deben guardar unas condiciones perfectas, no superando nunca la talla mediana. Rasgos de carácter como la obediencia, la serenidad, sociabiliada y un buen sentido del equilibrio, deben estar presentes en su personalidad.
Tú puedes tener un perro-guía
Si vives el Madrid, puedes tutelar a lo que será el día de mañana un excelente perro lazarillo, de hecho, la primera etapa del aprendizaje del mismo depende de que exista una familia educadora. La Fundación ONCE del perro-guía hace entrega a un voluntario de un cachorro tras sus siete semanas de vida, y posteriormente realiza su seguimiento con visitas mensuales al hogar de acogida. Al cumplirse el primer año, lo recoge para comenzar su instrucción.
Esta etapa es crucial para el perro porque es cuando comienza su adaptación al medio que le rodea. De nosotros depende su socialización y su grado de integración social pues deberemos acostumbrarle al transporte público, a las tiendas, al bullicio, a la limpieza de su hábitat y a relacionarse con el ser humano. Evidentemente, la Fundación exige una serie de requisitos tales como no dejar al perro más de dos horas solo al día en la casa.
A los tutores se les facilita un carné especial para poder acceder a lugares a los que no dejan entrar perros y así darle sus primeras nociones de obediencia básica. Existe una prueba que se realiza durante el seguimiento del desarrollo del cachorro, consiste en un completo exámen médico que determinará si el animal debe quedarse con la familia o ir a la Fundación. Este programa de tutelaje termina cuando el perro cumple el año.
El verdadero adiestramiento
Dentro de la Fundación ONCE, no se admiten formadores para perro-guía que no hayan sido educados internamente en sus instalaciones. Hay que tener en cuenta que hay que convertir a un perro en 'casi' una persona y prepararle concienzudamente para su labor. El adiestramiento tras el tutelaje dura hasta los tres años de edad. Durante este período el perro aprenderá a buscar un asiento para su dueño en el autobús, a pararse ante los semáforos, a esquivar obstáculos, a detectar las escaleras, a caminar pegado al dueño, etc.
Los ejercicios van dejando cada vez más responsabilidad en manos del perro, que deberá aplicar su inteligencia en determinadas situaciones muy difíciles. El can es evaluado constantemente para comprobar y valorar sus aptitudes frente a las pruebas reales. Tanto es así, que en las últimas fases del adiestramiento, el encargado del perro camina con un antifaz delegando en el perro.
El acoplamiento final
Llega la hora de la verdad. La prueba de fuego real para el perro: su asignación a un miembro de la comunidad con deficiencia visual. El usuario y el perro serán sometidos a un proceso de acoplamiento de tres semanas para ver si su unión es apta. Hay que tener en cuenta que el perro pasará nueve o diez años con la persona ciega y debe estar preparado para llevarle por caminos seguros, reaccionar ante imprevistos, relacionarse favorablemente con el entorno del invidente...
La Fundación se preocupa de que el éxito inicial del acoplamiento continúe durante todo el periodo de convivencia por medio de visitas de supervisión. El contacto con la institución no se pierde puesto que pueden surgir necesidades diferentes como nuevas rutas por un nuevo trabajo o cualquier otro tipo de dificultad relacionada con la salud y el estado del perro.
Uno de los aspectos que se olvida es que el perro lazarillo está adiestrado para ir en línea recta, indicar bordillos y obedecer órdenes, pero no para decidir cuando se debe de cruzar. El instinto de supervivencia del can invita a confiar en su juicio ante un semáforo, pero no siempre se ha de extremar esta confianza. Es el invidente el único responsable de indicar a su amigo si hay que girar, ya que debe conocer la ruta y las direcciones que se deben seguir contando pasos de peatones, escuchando al tráfico, estudiando la periodicidad de los semáforos. Además, el invidente debe controlar al perro ante motivos de desconcentración como olores, ruidos y desviaciones en el camino.
Si el periodo de acoplamiento no alcanza las expectativas esperadas, el perro vuelve a la familia que lo adoptó y, en el caso de que no puedan hacerse cargo del cachorro, se va probando con otras familias. En última instancia, siempre les quedará como hogar la Fundación.
Fuentes: Nodo50.org/utlai/perros.htm y Ctv.es