Dukey es un perro que fue adoptado hace unos tres años y vivía feliz con sus hermanos, hasta que un día le detectaron un cáncer; se trataba concretamente de un Osteosarcoma. Le tuvieron que amputar una pata pero su cáncer se reprodujo de forma muy agresiva y no había tratamiento posible. Sin duda fue el momento más triste, el último día de Dukey.
Sus dueños tuvieron que tomar la complicada y dolorosa decisión de dormirle, ya que veían que él lo estaba pasando cada vez peor. Pero antes de que eso sucediera, decidieron organizarle un día perfecto; una fiesta para celebrar su último día con la familia. Además, le pidieron a la fotógrafa Robyn Arouty, que ya antes había retratado a Dukey, que les acompañara en ese día de despedida.
Su historia es un relato de cómo podemos acompañar a nuestros perros hasta sus últimos momentos sin que ellos se enteren y que sigan disfrutando siempre. El último día de Dukey fue amoroso y cariñoso.
Duke comió muchas hamburguesas y se divirtió como nunca. Fueron a verle sus amigos y vecinos (unos gemelos que cuando alguien les ofrecía una hamburgesa la rechazaban para no quitarle nada a Dukey). También fue a verle su peluquera y amiga Kristen, quien sugirió que podían pasear hasta el parque acuático que hay junto a la casa. El último día de Dukey la pasó con todos sus seres queridos.
Se mojaron, sonrieron, se sintieron agradecidos, se saltaron las normas. Y entonces fue cuando Dukey escuchó a niños jugando a lo lejos y se acordó de sus dos bebés humanos y cuánto le encantaba protegerles.
Pero llegó el momento de relajarse, sin sufrir ningún dolor a pesar de que el tumor había crecido muchísimo. Dukey no dijo adiós, dijo “hasta que nos volvamos a encontrar” y a pesar del poco tiempo que tuvieron juntos, sus dueños le dieron una segunda oportunidad y lo pasaron fenomenal. Él sabía que les hacía felices que les mirase, así que nunca dejará de hacerlo.
Hasta siempre Dukey.
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Imágenes de Robyn Arouty