Manuel Guzman murió en el año 2006. Ese mismo día, su perro, Capitán, desapareció de casa. Al duelo por Manuel hubo que sumar la pérdida del perro, ya que nadie sabía adónde había ido, ni siquiera cómo había escapado.
Pero Capitán regresó una semana más tarde… no a casa, sino a la tumba de su humano.
Lo cierto es que nadie lo había llevado a la tumba, ni siquiera al cementerio. Pero de algún modo él sabía perfectamente dónde se había quedado Manuel, y apareció junto a él, siempre esperando su regreso.
La familia intentó llevarse al perro a casa de nuevo, pero Capitán volvía a escaparse, y siempre regresaba al lugar donde su humano favorito descansaba. Al final, dejaron de intentarlo, pero cada domingo, al ir al cementerio, comprobaban cómo estaba. Capitán sobrevivía, y los guardas lo dejaban estar ahí e incluso le daban comida.
A día de hoy, Capitán sigue allí. A veces vuelve a casa a pasar el día y visitar a su familia, pero siempre regresa a las 6 en punto de la tarde y se acuesta junto a la tumba de Manuel.
Otra muestra más de la inmensa lealtad de los perros.
Marcos Mendoza
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