Aquí una breve aproximación a la presencia de animales en la historia del arte:
Dentro de la historia del arte, la representación de animales siempre ha sido una de las creaciones más características y utilizadas en diversas presentaciones. Desde las primeras manifestaciones de producción artística y manufactura de la humanidad, desde las pinturas rupestres que a lo largo del paleolítico fueron producidas por nuestros antepasados con fines que aún desconocemos, intentos de capturar la fuerza y potencia de animales veloces, antiguos rituales propicios para la caza o simplemente la respuesta a la necesidad creativa del ser humano moderno.
Las figuras de animales comenzaron a predominar en las representaciones visuales, siendo creadas como pequeñas imágenes que eran una representación de las bestias pintadas en cavernas como Lascaux o Altamira. A partir de esta primera explosión creativa en las grandes civilizaciones continúa la representación de animales por artistas anónimos para adornar las más variadas escenografías, surgiendo así el concepto que hoy conocemos como animalística, expresión artística centrada en capturar aquella característica que hace tan atractiva la esencia animal, el movimiento. En estas primeras imágenes, la figura humana era rígida y carente de dinamismo, por ejemplo puede observarse la pintura y estatuaria egipcia y etrusca, donde la figura humana fue sometida a estrictos cánones simbólicos que no tenía relación ni comparación con la suelta y naturalista representación de felinos en actitud de caza, aves al vuelo y la siempre relevante figura del caballo, más avanzada la historia éste será protagonista de su propio género pictórico.
Desde la cultura grecorromana, heredamos el concepto del animal y su representación artística como una forma de ilustrar conceptos, en el caso de la Antigua Roma, se asocian los ideales propios de una nación conquistadora, a la representación de águilas de oro y bronce a los estandartes de ejércitos romanos que seguían fielmente el símbolo imperial, un ave dotada de poderes de clarividencia, cuya parábola en el cielo podía ser leída por oráculos. También desde la antigüedad clásica heredamos los conceptos asociados a la representación de dioses con atributos animales, tal como Dionisio, dios pagano mitad chivo que se caracterizaba por su descontrol y lujuria, mientras que Zeus en sus muchas formas animales podía transformarse en cisne, león u toro, prodigio que abundaba en las expresiones artísticas clásicas y Artemisa era acompañada por un búho símbolo de la sabiduría.
Con el advenimiento del cristianismo y luego en el Medioevo, los animales en el arte rápidamente pasaban a portar un importante significado narrativo, que sumado a la hibridación cultural entre pueblos germánicos y la cultura clásica, produjo imaginativas formas de representación animalística, como en la ilustración de manuscritos, cuyas formas tuvieron continuidad en los scriptorium de monasterios por toda Europa, mostrando muchas veces indiscriminadamente animales fantásticos, portadores de alegorías y enseñanzas cristianas, o los célebres Bestiarios, compilaciones de imágenes de animales muchas producidas por medio del grabado que facilitaba su reproducción serial y difusión. El nacimiento de una rica iconografía que involucraba la arquitectura religiosa bizantina, evidente en mosaicos a base de azulejos o piedras policromas que priorizaban el simbolismo, como lo es la imagen del Agnus Dei y los evangelistas encarnados en figuras tetramorfas animales aladas.
La iconografía clásica surge con el Renacimiento y en ese momento la representación animal ya estaba codificada. En dicha época, la curiosidad científica estaba muy latente y había mucho interés por el estudio anatómico. Ya eran muy reconocidos los bocetos de Leonardo Da Vinci, uno de los primeros maestros con estudios naturalistas.
Durante el siglo XV se consolidan los diversos temas de representación, destacándose los animales como un género pictórico específico, relacionado con el paisaje y en particular con la naturaleza muerta, así hallamos un particular interés por los animales de caza, como grupos de aves muertas que tiene su máxima expresión durante el Barroco, cuyo deseo de dramatismo visual se vio acompañado por el interés de realizar una pintura según su función en el hogar o la arquitectura que la albergaba, este tipo de obras dio origen a las representaciones llamadas Vanitas, de animales de caza muertos. A medida que las cortes europeas evolucionaban en una identidad propia, fenómenos artísticos ocurrían, integrando diversas formas de producción, no sólo a la obra tradicional, sino a aquellos objetos que integraban el cotidiano.
Estilos como el rococó significaron una forma determinada de entender el arte y también un cambio en la estética del mundo cortesano, construyendo los primeros lazos con el diseño como portador de un significado social. Es en este contexto que los proyectos artísticos y arquitectónicos se combinan para crear objetos que adornando salones u espacios íntimos, hablan de un gusto por el exotismo, lo petit se posiciona en figurillas de porcelana, mientras que las construcciones crean ambientes que imitan el mundo natural, donde la figura del animal es incluida de manera armónica. Este tipo de expresiones abrirán paso a corrientes que rescatando la forma orgánica posicionan nuevamente al animal como un ícono de belleza y simpleza, pidiendo prestadas sus formas y maneras, ejemplos así los encontramos en las primeras fábricas destinadas a la producción de artículos de diseño, específicamente la porcelana y cerámica, técnicas de un coste relativamente bajo que consiguieron la producción seriada de figuras inspiradas en mamíferos y aves, que rápidamente fueron adquiridas por la cultura burguesa, creándose una nueva estética decorativa. Una de estas primeras fábricas fue Meissen, emplazada en Alemania, que desde el año 1730 producía elaboradas figuras de animales exóticos, primeramente de tamaño natural y luego reducida la escala, figurillas con una apariencia muy realista. Esta fábrica instauró el gusto alemán por la representación animal en porcelana que hoy resulta tan propia de la estética hogareña, que rápidamente se extendió a otras fábricas como Rockinham, Royal Copennage y Rosenthal como las exhibidas.
Ilustración: Retrato animales Gabriela Hidalgo
Hoy los animales y su representación nos rodean constantemente, íconos de la cultura popular, han sufrido grandes cambios a partir de su encarnación en adorables personajes a manos de célebres ilustradores tales como Beatrix Potter (1866), madre de Peter Rabbit ó Jean de Brunhoff (1899), creador de Babar el elefante. Más tarde vieron nacer el nuevo arte de la cinematografía y su más célebre género, la animación, que durante muchos años fue añorada por un público infantil que cultivó la adoración de personajes, tales como Dumbo el elefante, primer personaje animal a color, y toda la producción de Disney recordándonos el estrecho nexo entre nuestros pensamiento, la representación y presentación del animal en la iconografía occidental. Texto: Mariana Vadell y Patricia Roldán
Ahora convivimos con animales a los que les dedicamos nuestro tiempo y cariño y a los que consideramos parte de la familia, auténticos dignos de un retrato que los inmortalice.