Hoy os contamos una historia sobre los gatos de Ernest Hemingway que nos pareció muy curiosa y que nos hizo mirar de otra forma al escritor de “El viejo y el mar”.
Ernest Hemingway que siempre fue un hombre de contrastes sintió verdadera devoción por los gatos desde que un capitán de navío amigo suyo le regalase a su primer minino Bola de Nieve (Sí, como el de los Simpson).
Bola de nieve tenía una malformación genética que le hacía contar con 6 dedos en la pata, era un gato peculiar que conquistó al escritor desde el primer minuto.
Durante toda la vida de Hemingway, su casa en Cayo Hueso (Florida) estuvo repleta de gatos descendientes de Snowball (Bola de nieve). En la actualidad la casa, llamada finca Vigía, ahora convertida en museo, permanece llena de los mismos felinos que han ido heredando ese defecto genético.
En las cartas que Hemingway escribía a su amigo Gianfranco Ivancich también estaban presentes las historias sobre sus gatos, y de entre todas ellas, destacan las líneas que el escritor añadió un día a toda prisa cuando algo desgarrador le sucedió:
Querido Gianfranco:
Justo después de escribirte y mientras ponía la carta en el sobre Mary bajó de la Torre y dijo: algo terrible le ha pasado a Willie. Salí y encontré a Willie con sus dos patas derechas rotas: una por la cadera y la otra por debajo de la rodilla. Un coche debía haberle pasado por encima o alguien lo había golpeado con un palo. Había vuelto a casa sobre las patas de un solo lado. Era una fractura múltiple con mucha suciedad en la herida y fragmentos sobresaliendo. Pero él ronroneaba y parecía seguro de que yo podría solucionarlo.
Hice que René trajera un bol de leche para él y René lo sostuvo y cuidó para que Willie estuviera bebiendo leche mientras yo le disparaba en la cabeza. No creo que sufriera ya que los nervios habían sido machacados, así que las piernas no habían empezado a dolerle realmente. Monstruo quiso dispararle por mí, pero no podía delegar la responsabilidad o dejar una posibilidad de que Will supiera que alguien iba a matarlo.
He tenido que disparar a gente, pero nunca a nadie que hubiera conocido y amado durante once años. Ni tampoco a nadie que ronroneara con dos piernas rotas.
Hemingway necesitó contar de inmediato lo sucedido para curarse de alguna manera, pero se dice que este suceso marcó su vida.
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