Puede ser que nuestros perros, en situaciones normales, estén acostumbrado a una intensidad de ruido, es decir, estén habituados. Van por la calle y no se asustan del ruido de los coches, de los gritos de los niños… Y sin embargo, con lo que nos encontramos en fechas como esta, es que su miedo, sus reacciones de ansiedad o incluso de fobia, se presentan con bastante frecuencia.
Esto es porque la intensidad del estímulo, en este caso los petardos, es particularmente intensa para ellos, su aparición es repetida y se produce una sensibilización. La sensibilización es un tipo de aprendizaje no asociativo que se produce como una forma de reactividad al medio. La intensidad del ruido es tal, que es vivida como amenazante. El problema añadido de esta forma de aprendizaje es que cuando nuestro perro se sensibiliza a los ruidos, como en este caso, tiene tendencia a generalizar, y empezará a reaccionar ante ruidos ante los que antes no reaccionaba.
Dos de las claves para poder ayudar a nuestro perro son la exposición y la intensidad: menos exposición, menor intensidad.
¿Cómo hacemos entonces para que no lo pase tan mal?
Como norma general para los miedos, comenzaremos por evitar las situaciones que producen esa conducta. Ya sé que me vais a decir que cómo podemos evitar que si estamos paseando alguien lance un petardo. Es verdad, pero intentaremos buscar estrategias que, en la medida de lo posible, evite o minimice su presencia o intensidad. Por ejemplo, sacándole en un horario donde sea menor la probabilidad de que la gente se ponga a lanzar petardos, o buscaremos un lugar en el que creamos que es más fácil que, o no haya gente lanzando petardos, o que el sonido de los petardos que puedan lanzar en otros lugares llegue atenuado. Si vivo en un bloque donde hay mucha gente aficionada al lanzamiento de estos artefactos, tendré que coger al perro y sacarlo en otra zona. Si no es así, mejor cerca, por si apareciera de forma inesperada una sarta de petardos cerca del perro.
Nunca hay que obligar al perro a estar en presencia del estímulo que le genera miedo. Esto con cualquier miedo. Si es con los petardos, igual. Si estoy en una terraza y comienzan los petardos y el perro empieza a manifestar conductas de ansiedad y de huida, lo que se está produciendo no es una habituación, sino una inundación al estímulo, con lo que no estoy ayudándole para nada porque no le estoy poniendo en una tesitura que pueda manejar, sino todo lo contrario. Lo adecuado es llevarle a una zona segura. Algunos dirán que estamos sucumbiendo ante la reacción de huida del perro y con eso estamos alimentando su miedo. Realmente lo que estamos haciendo es evitar una inundación que agudice el problema. La intervención tiene que hacerse de forma adecuada, en un contexto adecuado, con una intensidad y frecuencia que sean manejadas adecuadamente, con un proceso adecuado y en el momento adecuado. Mantenerle ante esa situación es hace sufrir en vano. Sé que es obvio decir esto, pero castigar a un perro que tiene miedo, sólo genera más miedo y desconfianza hacia su dueño, y nos estaremos cargando ser su base segura.
En casa tendremos que crear una ZONA SEGURA, donde nuestro compañero pueda esconderse y gestionar su miedo. Un transportín con una manta por encima, un lugar de la casa que ellos elijan (el cuarto de baño suele ser un lugar muy recurrido), son buenas opciones. Pero con dos observaciones: si usamos el transportín, éste habrá tenido que ser previamente positivizado, y su zona segura no será utilizada como castigo, y no habrá que obligarle a salir de ella.
El otro día me decía una persona que cuando su perro se escondía en el baño, estaba tanto tiempo que ella no podía entrar y tenía que sacarlo. Normalmente, cuando se sienta seguro saldrá por si solo. Pero no es de extrañar que si los petardos siguen, este tiempo se prolongará, sencillamente porque el estimulo al que teme o le produce ansiedad, sigue presente. Si realmente el estímulo ha desaparecido y tarda mucho en salir, habrá que ayudarle, SIEMPRE con refuerzos positivos. Y esto será una señal de que hay que ayudarle llamando a un profesional.
Nuestro comportamiento es muy importante, porque puede reforzar sin querer el miedo o puede hacer de nosotros una referencia segura. Por ello evitaremos acariciar, hablar con dulzura… Pero sí estaremos presentes, tranquilos y sin transmitir tensión. En estos casos, simplemente ESTAR es más importante que hacer. Las palabras cariñosas, las caricias, los premios, los dejaremos para cuando esté calmado.
Los ejercicios de obediencia, el juego, el ejercicio y la consistencia en la educación, también ayudan a nuestro perro porque refuerzan los estados de calma, potencian el vínculo sano y le permiten tener control sobre la situación. Pero para hacer esto de forma adecuada, es importante haber iniciado un proceso de trabajo con un educador que trabaje en positivo y nos haya dado las pautas adecuadas. Si no, por ejemplo, podemos hacer del juego un refuerzo de su conducta en lugar de un elemento que le ayude a relajarse y canalizar la ansiedad.
Y si tuviéramos que intervenir con él, después de haber trabajado todo esto, es cuando plantearíamos un protocolo para que el perro pudiera hacer frente al estímulo que le produce miedo, AHORA y con la ayuda de un profesional, no en la terraza o en el paseo. Pero sabiendo que cuando se trata de sonidos que pueden aparecer sin previo aviso, y por lo tanto, sin capacidad de control por parte del perro, la intervención no es fácil. Basta con que aparezca a una intensidad no asumible por el perro, para que el miedo reaparezca. La prevención es más eficaz, y la zona segura es una buena alternativa.
Otras herramientas como psicofármacos, nutraceúticos, feromonas o thundershirt, pueden ser en algunos casos un apoyo a la terapia de modificación de conducta. Reitero lo de APOYO, y su uso adecuado será pautado por un profesional, en este caso, además del educador canino, estamos hablando de etólogo y veterinario.
Por Carmen López Siller, psicóloga y máster en etología y bienestar animal.
Departamento de Etología del Centro Canino EDUCANDO PERROS.
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