El refugio donde Donna trabajaba recibió un aviso: se había visto un perro en una escuela… que estaba abandonada. Eso era algo raro, así que la mujer fue con su equipo a buscarlo.
Nada más llegar, ya pudieron verlo: era un pitbull asomado en una ventana rota de la segunda planta. El perro los observó un rato, mientras Donna y los demás checaban las puertas, que estaban firmemente cerradas, y preparaban la escalera para subir a buscarlo, y entonces desapareció.
La mujer fue la primera en subir, eliminó los cristales rotos del marco de la ventana y entró en la escuela. Estaba en muy malas condiciones, pero era normal: había sido abandonada hacía ya mucho tiempo. La cuestión era, ¿cómo había entrado el perro ahí?
Donna paseó por la escuela durante un rato, silbando y llamándolo con gentileza. Oía sus pisadas: tenía las uñas muy largas y resonaban en los pasillos. Finalmente, su paciencia se vio recompensada, y en la escalera se asomó el pitbull, un perro desnutrido y asustadizo que mantenía una postura muy baja pero suplicaba unas caricias. Donna se las dio en el acto. El animalito estaba súper agradecido cuando ella lo acarició, le puso una correa y comenzó a guiarlo; estaba ansioso de atención, de calor humano.
Donna y sus compañeros lo pasaron por la ventana y lo bajaron con mucho cuidado. El perrito estaba todo el rato dando besos y moviendo la cola, y cuando llegaron al refugio ya se sentía con la confianza de ir a olisquear a la gente nueva. Lo asearon, lo alimentaron y le pusieron un nombre: Ollie.
Fue adoptado en seguida, y muy pronto estaba ya con su nueva familia, con la que mostró su verdadero temperamento: un perro alegre y cariñoso al que le encanta jugar, que le rasquen la barriga y mirar por la ventana.
Esta es la historia de Ollie, pero también la de otros muchos perros tirados en las calles, que terminan en lugares abandonados y quedan sin saber cómo salir. Muchos de ellos acaban muriendo de hambre… ¿Y todo por qué? ¿Porque alguien decidió que no los quería?
Marcos Mendoza
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