Esta pequeña preciosa, no es ninguna niña ya. Tiene unos noventa y tantos años. Dieciséis, si así te ubicas mejor así. Llegó a casa de mi tía Elena cuando mi sobrina acababa de nacer. Ella apenas tenía días también. Su madre andaba de aquí para allá con sus crías, temerosa de que se les hiciera daño. Sus hermanos fueron repartidos y ella quedó al cuidado de mi tía. Recuerdo que era sumamente agresiva al principio y rehuía de todo cuanto ser quería acercársele. Sólo con el tiempo, se fue haciendo más dócil. Su pelaje, a diferencia de otros gatos que he visto, es corto y parejo, lleva la sinuosidad del cuerpo sin sobresalir ni siquiera en el cuello o debajo de la cabeza o en las orejas, como puede verse y es muy suave. Durante muchos años, pude verla sobre la cama de mi tía, (casi nunca salió de la habitación. De pequeña porque mi tía lo evitaba, dado que había gatos afuera que podían dañarla y de adulta, supongo que sería ya por costumbre. Creo que sólo algunas veces, hizo unas escapadas en las que no le fue muy bien). Yo podía verla recostada en la cama de mi tía y era todo un espectáculo verla. Parecía una pequeña actriz en su rol.
Yo me tuve que ausentar del país y a mi regreso, ya era anciana, pero aún conserva su belleza casi intacta. Se tambalea un poco cuando camina a hacer sus necesidades, bebe mucha agua y come poco al presente. En el hall de la casa, siempre hay un perro pequeño descansando y cuando la ve, tiende a agredirla. Así que ella da un rodeo para que él no la alcance y suele presentarse en la sala, donde yo estoy pintando y me hace compañía. Otra característica de ella, es que no se le conoce maullido. Sólo emite unas pequeñas quejas, sobre todo cuando va a subir a la cama, ya que le resulta un poco difícil por la edad.
Es, lo que se diría una monada y no existe nadie que no la quiera, como sucede con el revoltoso familiar del hall que casi nunca quiere dejarla pasar.