¿Por dónde debería pasear mi perro, por mi derecha o por mi izquierda?
¿Debo dejarle que se suba al sofá?
¿Debería pasar yo antes que ella por las puertas?
¿Correa corta o correa larga?
¿Cómo debería ser el comportamiento de mi perro en esto o aquéllo?
…
A todos nos encantan las recetas milagrosas que harán de nuestros perros los más listos, los más obedientes y los más mejores… y cuando buscas una respuesta clara e inequívoca, con frecuencia te frustrarás al saber que no la hay, en una gran mayoría de las ocasiones.
Me cansé de escuchar en mis primeros pasos en el adiestramiento cuál era el lugar adecuado para que mi perra caminara, porque si no, estaba haciéndolo mal, o cuál era la correa “profesional” porque de otro modo hacía el ridículo y debía “simular” que tenía experiencia (¿con una correa así o asá?) o cómo debía ser el macho alfa (complicado, la verdad) sometiendo a mis chicas para que fueran un pasito por detrás de mí.
Incluso las palabras importaban. No era lo mismo “sienta” que “sitz” (sí, es alemán, no inglés) o “tumba” que “platz“.
Y podría continuar con una sarta de bobadas que me chocaron, y que algunas me calaron, pero que me encuentro como dogmas en mi trabajo diario con algunos profesionales, y con muchos responsables de perretes deseosos de hacer las cosas bien.
No sólo eso, sino que la gente espera que le diga lo que tiene que hacer con su perro, cuáles son las reglas de convivencia, las reglas del juego, las normas que se pretenden establecer para educar en el día a día.
Y no las tengo. Tan sencillo como eso. Por supuesto hay formas de entrenamiento y técnicas para las que soy contratada y sobre las que trabajamos para moldear los comportamientos de los perretes con los que trabajo, pero eso es bien distinto a determinar si en una casa está permitido que el perro duerma o no en la cama grande con la pareja de la casa.
E incluso eso ha sido bastante denostado, y parece que si la perrita sube a la cama o el perrete duerme en el sillón, se convertirán para siempre en dueños y señores de la casa. Y no es verdad…
Deberíamos fijarnos un poco más en la forma en que tratamos a los perros y el cariño, la claridad, la comunicación o el apoyo que les damos, y no tanto en el escaparate en el que algunos creen estar.
¿Qué hay de malo en que un perro vaya con correa larga con diferentes enganches? Absolutamente nada. Es más, en ciertas ocasiones será de gran ayuda poder acortar o alargar según se necesite, el problema no estará en la correa sino en el manejo y uso que se haga de ella.
¿Un perro que se duerme a nuestro lado en el sofá viendo una peli? ¡Maravilloso! Y eso no cambia que a la hora de jugar tengamos que trabajar protección de recursos. ¡No cambia! Y si está relacionado, entonces se tendrá que abordar como parte del mismo problema, pero no por permitir ciertas cosas debemos de pensar que todo lo demás que ocurre y no nos gusta, es la consecuencia.
Se tiende a pensar que o se es extremadamente permisivo o debemos mantener a ralla al perro con un férreo control sobre la totalidad de sus acciones, y desde mi punto de vista ambos son un error. Primero por la generalización, pues cada individuo necesitará un tratamiento determinado en función de sus capacidades, necesidades y su día a día, y segundo porque dentro del adiestramiento cooperativo en conseguir un equilibrio favorable para todos está la virtud.
Las normas las pone la persona que tiene la responsabilidad de cuidar del animal. Si le importa poco que su perro en el paseo se cruce continuamente o salude a todo el mundo, ¿quién soy yo para cambiar eso? Hablamos en otros términos si el problema lo tenemos con un collar y tirones fuertes y frecuentes, porque en ello va la salud del perro, pero si sus paseos están llenos de “combates” por oler aquí o allá, tienen material adecuado y por parte de quien está al otro lado de la correa no hay preocupación alguna ni al perro parece afectarle de manera negativa, ¿por qué debería preocuparme yo?
Por eso, la forma correcta es siempre el respeto, la colaboración y el cariño, junto con la paciencia y el tiempo necesarios para que las cosas funcionen. Todo lo demás, es un libro en blanco que tendrá que ir rellenando la familia, en colaboración con los/as peludos/as de la casa.