Era el año 2012 y la familia James estaba formada por un joven matrimonio y su perro, al que habían llamado Reckless porque era súper loco: saltaba, corría, lo quería ver, oler y tocar todo, y tenía una enorme facilidad para escapar de casa. Le encantaba irse por ahí él solo. Sus humanos no podían seguirle el ritmo, pero él los quería igual.
Fue entonces cuando llegó el Huracán Sandy, arrasando buena parte de la costa este de Estados Unidos. Se encerraron en casa, como recomendaban las autoridades, y esperaron a que todo pasara.
Pasó, eventualmente, y cuando por fin abrieron la puerta para observar los daños… la valla estaba rota. ¿Rota? Reckless aprovechó la ocasión en el acto: saltó y echó a correr, sin hacer caso a las llamadas de sus humanos, y desapareció de la vista en un instante.
No era la primera vez que se escapaba, pero sí era la más peligrosa. El huracán se había marchado, pero todo era un desastre, y todavía podía regresar. Los James persiguieron a Reckless, sin éxito… Y hubo una campaña de búsqueda, con el mismo resultado. Insistieron durante meses, pero ni modo, su perro había desaparecido sin dejar rastro. El destino más probable,e n la situación en la que estaban, era que hubiera muerto en algún derrumbe, o se hubiera perdido en los bosques.
Un año y medio después, estaban listos para adoptar un nuevo perro. Había sido un largo proceso de duelo, pero era el momento de rehacer sus vidas, sabiendo que Reckless no iba a volver.
¡Cuál fue su sorpresa al ver a su querido perro esperándolos en el refugio de animales! Allí estaba su Reckless, al que allí llamaban Lucas, y en cuanto los vio dio un salto tan grande que superó las vallas y corrió hacia ellos. ¡Los había echado tanto de menos!
De esta historia se saca una conclusión clara: si tienes un perro escapista, si se te pierde y no sabes ya dónde buscar, contacta con refugios, perreras y veterinarios, todos los que puedas. Es posible que haya llegado a uno de ellos.
Marcos Mendoza
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