El fin que justifica los medios

Hoy estoy muy triste, pues dando una clase grupal he sabido de las formas de entrenamiento de un famoso adiestrador canino que además colabora con una muy famosa protectora.

Cierto es que no había oído hablar mucho de él a pesar de su evidente reconocimiento y del reconocimiento y respeto que tengo a algunas de las personas que le siguen en las redes sociales.Sin embargo hoy, como si de la manera más natural se tratase, un alumno se quedaba anonadado cuando le he indicado que para sentar a un perro no debe hacerlo tensando la correa hacia arriba y manteniendo la posición de ahorque hasta que el perro obedece.

Él ha mantenido, casi molesto, que esta persona así se lo había enseñado, y que además de ser un reconocido adiestrador, tiene a su perro muy bien educado porque hace todo lo que él quiere, y además, funciona.

Cómo puede ser posible que aún hoy, con todo lo hablado, con todo lo escrito, con todo el conocimiento al alcance de todos, continuemos aceptando de buen agrado que la forma correcta de educar es por la fuerza. Y lo que me parece mucho más hiriente es que estas cosas se den precisamente en protectoras o centros de recuperación animal dónde precisamente deberían velar aún más por el bienestar animal.

Estoy triste y frustrada, como si de repente hubiera aterrizado en una realidad que hace tanto tiempo que considero el pasado… Y no es que no sepa que estas técnicas aún se realizan, que incluso están mucho más a la orden del día de lo que nos gustaría, es que se están haciendo en lugares que luchan por derechos de los animales.

No puedo entender cómo la necesidad de que un perro se siente, o se tumbe, o permanezca quieto, está muy por encima del respeto, la confianza y su bienestar.

No puedo entender cómo se venden unas teorías maravillosas sobre qué hacer o cómo actuar para modificar una conducta, y luego la práctica es completamente diferente.

No puedo entender cómo la gente corriente acepta ese tipo de violencia, o cómo no se dan cuenta del daño tanto físico como psicológico que pueden infligir al animal.

Hoy me acuesto triste, sin parar de pensar cuál es la forma para parar esto de una vez por todas. Si ni siquiera la gente comprometida con el bienestar animal, las entidades que mueven auténticas masas o los profesionales más reconocidos son capaces de tomarse esto en serio, ¿cómo va a ser posible concienciar al resto de la población?

Fuente: este post proviene de Sentido animal, donde puedes consultar el contenido original.
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