Con total seguridad, el factor que más influencia tiene sobre el estado general de nuestras mascotas es la luz. Los niveles de la misma, llamados fotoperiodos, son los responsables de los cambios más significativos operados en las mascotas, tales como el celo, la muda o la hibernación. En función del tipo de animal con el que compartas tu vida, ya sea un perro, un gato, un reptil, etc., deberás aplicar una serie de recomendaciones.
El ataque de los parásitos y los virus
Durante los meses estivales, pulgas, garrapatas y mosquitos proliferan y suponen una amenaza para tu mascota, sobre todo si tienes un perro ya que, a diferencia de los gatos, éstos salen de casa y existe una mayor probabilidad de que los parásitos externos les ataquen. Sin duda, prevenir los males derivados de estos inquilinos sedientos de sangre es una tarea que comprende todo el año.
Existe una enfermedad transmitida por una clase de mosquito muy frecuente en el verano que requiere de una prueba específica en el otoño con el fin de detectarla: la leishmaniosis. A pesar de haber usado repelentes y otros métodos, debemos someter a nuestro can a un análisis de sangre para asegurarnos y, en el caso de que dé positivo, actuar con rapidez.
Una vez en el veterinario, podemos pedirle al especialista que vacune a nuestra mascota contra los procesos ‘catarrales’. Si bien es cierto que nuestros amigos no se constipan como nosotros, sí que pueden presentar cuadros similares. Los virus que afectan al sistema respiratorio de nuestros perros y gatos se manifiestan a través de irritación, inflamación y tos. La traqueobronquitis es muy común y suele ser pasajera, pero si no tomamos una serie de medidas puede complicarse. En ese caso, estaríamos hablando de una traqueobronquitis infecciosa o ‘tos de las perreras’, en la que están presentes la fiebre y la infección bacteriana.
La muda y la luz artificial
Al margen de los peligros del frío, existen determinados cambios naturales derivados de la reducción de luz natural. Uno de los más notables es la muda. El otoño y la primavera son las estaciones en la que la caída de pelo es mayor, ya que perros y gatos se revisten de nuevo manto: más fino para el verano y más grueso para el invierno. Sin embargo, la domesticación ha modificado este procedimiento debido a la existencia de luz artificial, un hecho que provoca la muda de forma profusa durante todo el año. Para evitar la acumulación de pelo muerto y evitar que nuestros mininos ingieran bolas de pelo durante su particular acicalado, habrá que insistir en el cepillado.El fenómeno de la muda también afecta a reptiles y aves. Las primeras mudan cada cuatro o seis semanas, pero los cambios son menos frecuentes en otoño e invierno, ya que son las estaciones de menor crecimiento. Los pájaros sueltan plumón a lo largo de todo el año, produciéndose la mayor renovación en otoño. Las plumas nuevas les permiten hacer frente a los rigores del invierno. Es importante que el cambio se produzca de forma natural y correcta, por lo que respetaremos su adecuada alimentación y no le cambiaremos de lugar con las primeras bajadas de temperatura. En este sentido, la jaula debe colocarse desde un principio en un lugar resguardado, no sólo del frío, sino también del calor.
La domesticación afecta al celo
La luz también tiene mucho que ver con el celo. Éste estímulo externo determina en la medida en la que tengamos a nuestros animales dentro o fuera de casa. Por definición, las perras son monoéstricas, es decir, que tienen un celo por estación reproductiva. Éstas se corresponden con los inicios de la primavera y con los del otoño, por lo que tendrán dos celos al año. Pero dentro del hogar no están sujetas a los fotoperiodos, pudiendo entrar en celo en cualquier época.Algo parecido sucede con las gatas, que son poliéstricas, es decir, tienen varios celos durante las estaciones más luminosas. Así pues, si se trata de gatas domésticas, la luz artificial les provocará ciclos reproductivos todo el año. Para evitar camadas no deseadas y problemas derivados de las inyecciones que controlan el celo, los métodos de esterilización quirúrgica constituyen una excelente salida.
Hibernación: un proceso natural
La generación de calor en animales de sangre caliente difiere por completo de la llevada a cabo por los de sangre fría. En unos pesa la alimentación y en otros no. Por otra parte, a la hora de evitar las consecuencias del frío, la excelente regulación térmica que proporciona un abundante pelaje o un plumaje tupido es asumida en otras mascotas por mecanismos de carácter interno. El fenómeno más relevante que coincide con el otoño dentro del mundo de los reptiles es la hibernación.Este curioso estado de letargo consiste en una hipotermia regulada que permite a iguanas, serpientes, tortugas y geckos, entre otros, reducir las necesidades energéticas de su organismo, logrando sobrevivir sin alimento por varios meses. La razón que lo explica radica en que los reptiles son ectodérmicos, requiriendo calor externo para regular su temperatura corporal. Al reducirse las horas solares, una llamada de alerta les invita a disminuir sus funciones metabólicas.
Es esencial que nuestros reptiles se alimenten bien en verano para soportar el letargo, pero es vital que comiencen a hibernar con los intestinos limpios: pueden darse trastornos digestivos si queda comida sin digerir en los mismos, puesto que ésta se pudre. Para prevenirlo, lo mejor es que sometamos a estos animales a un ayuno de varios días antes de la hibernación. La temperatura estable de muchos hogares evita este proceso y son muchos los reptiles que pasan por alto el invierno y se mantienen activos todo el año.
Fuentes de información: Animalplanetlatino.com, Happyanimal.es, Friskies.es
Imágenes: Sxc.hu