Las 5 claves de las intervenciones asistidas con animales

Hoy, en el blog, contamos con una nueva invitada: la Dra Paula Calvo, fundadora de antrozoología.com y especializada en el vínculo humano-animal.

A lo largo de este artículo, Paula nos dará cinco claves por las cuales los animales consiguen motivar a las personas que participan en las intervenciones ¡vamos allá!

¿Por qué funcionan las intervenciones asistidas con animales (IAA)?

Esta es una de las principales preguntas que nos hacen a tod@s l@s profesionales de este ámbito. Y, por suerte, actualmente disponemos de suficiente evidencia científica para demostrar que el vínculo humano-animal es la clave de los grandes efectos positivos de las IAA. 

Lo que hoy llamamos “vínculo humano-animal”, lleva acompañándonos a lo largo de toda la historia humana y a través de las IAA se logra optimizar de una forma dirigida y consciente todo lo que aporta ese vínculo.

Vamos a repasar esas bases del vínculo humano-animal que explican por qué las IAA tienen esos efectos beneficiosos:

La biofilia

Este concepto surgió en el siglo XX de la mano de Edward O. Wilson (Wilson, 1984) y consiste en la atracción que siente el ser humano por todo aquello que forma parte de la naturaleza, especialmente los otros animales.

Esta biofilia tiene un sentido biológico, ya que ese interés innato que el ser humano tiene por los otros animales le permitió conocer bien su comportamiento y poder sobrevivir en un entorno rodeado de estos otros animales, colaborando con unos, protegiéndose de algunos, y alimentándose de otros. Esto explica que, de forma natural, nos encontremos fascinados por la presencia de un animal de otra especie, como ocurre con la mayoría de niños pequeños cuando ven pasar un perro o un gato cerca.

El comportamiento afiliativo

El ser humano es un animal gregario, lo cual significa que, como estrategia de supervivencia, en el camino de la evolución de la especie, el ser humano sobrevivió gracias a vivir en grupo. Por ello, el ser humano está diseñado genéticamente para buscar la cohesión social, tener una red social que le apoye, lo cual se expresa a través del comportamiento afiliativo.

El comportamiento afiliativo consiste en un conjunto de pautas conductuales (abrazarnos, mirarnos, tocarnos) que tiene por objetivo mantener unidos 2 o más individuos, es decir, crear y mantener una red social. 

Y para que una persona esté equilibrada y se sienta segura necesita poder expresar su comportamiento afiliativo y tener su red social (Depue & Morrone-Strupinsky, 2005). Y una de las características humanas más especiales es que podemos expresar nuestra afiliación con individuos de otras especies, es decir, podemos crear vínculo con otros animales y, de hecho, lo hacemos de forma habitual.

La oxitocina

Seguramente ya has oído hablar de esta hormona, conocida como la “hormona del amor”. Bueno, esta hormona la liberamos cuando entramos en contacto con algún individuo con el que nos sentimos a gusto, así que a mí me gusta llamarla más “la hormona pro-social”. Y, nuevamente, y relacionado con nuestra gran capacidad afiliativa, esta liberación de oxitocina no sólo se da cuando tenemos una interacción positiva con otra persona, sino con individuos de otras especies.

Y lo más espectacular, y que explica gran parte de los beneficios de las IAA, es toda la cadena de reacciones neurofisiológicas que surge a raíz de esa liberación de oxitocina (por una interacción social agradable), que implica muchos beneficios a nivel de salud física y mental (Beetz et al, 2012).

El comportamiento cuidador

El ser humano tiene grabado en sus genes el “comportamiento cuidador” (Guerrant, 2018), es decir, la tendencia a querer cuidar de terceros, especialmente si siente que están desvalidos y necesitados.

Es decir, estamos diseñados para cuidarnos los unos a los otros, cosa que ha permitido la supervivencia de la especie, dentro de nuestra estrategia de vida gregaria. De nuevo, una de las características extraordinarias del ser humano es la tendencia a incorporar en nuestro grupo a animales de otras especies, hacia los que dirigimos estos comportamientos de cuidados de forma instintiva, haciéndonos sentir recompensados por ello.

Así pues, en las IAA se aplica esta tendencia humana para lograr la conexión entre usuarios humanos y los otros animales presentes a través de la búsqueda de cubrir la necesidad de cualquier persona de cuidar de terceros.

El antropomorfismo

El antropomorfismo es la capacidad que tiene el ser humano de atribuir características humanas a objetos o seres vivos no humanos.

Así pues, por ejemplo, cuando decimos que “el ordenador me está haciendo la vida imposible” estamos antropomorfizando (“humanizando”) al ordenador, dándole la capacidad de querer fastidiarnos.

Pues justamente el antropomorfismo es una de las bases que nos permite establecer el vínculo humano-animal y llevarlo a su máximo potencial a través de las IAA.

El antropomorfismo es aquella capacidad humana que nos permite empatizar con otros animales y, así, por ejemplo, sentir que un perro nos quiere, nos sonríe, etc y, por tanto, que lo consideremos parte de nuestro entorno social y que, en consecuencia, podamos tener comportamientos afiliativos y de cuidados con él y que, finalmente, liberemos oxitocina por entrar en contacto con el perro y, así, podamos disfrutar de todos esos beneficios físicos y mentales que nos aporta la interacción con el perro.

Por tanto, la “humanización” o antropomorfismo es una ventaja que ha permitido la domesticación y la incorporación de otros animales a nuestras vidas (Serpell, 2003) y debemos aceptarla como base del vínculo humano-animal.

En definitiva, tenemos muchas razones de psicología social, biología evolutiva y neurofisiología (entre otras) que explican la existencia del vínculo humano-animal y por qué la interacción con otros animales a través de las IAA nos ofrece tantos beneficios. Disfrutemos entonces de esas capacidades que tenemos las personas de relación con otras especies para optimizar esas interacciones con otros animales, eso sí, siempre cuidando y respetando el bienestar de todos.

Bibliografía

Beetz, A., Uvnäs-Moberg, K., Julius, H., & Kotrschal, K. (2012). Psychosocial and psychophysiological effects of human-animal interactions: the possible role of oxytocin. Frontiers in psychology3, 234

Depue, R. A., & Morrone-Strupinsky, J. V. (2005). A neurobehavioral model of affiliative bonding: Implications for conceptualizing a human trait of affiliation. Behavioral and Brain Sciences28(3), 313-349.

Guerrant, R. L. (2018). Evolution of Evolution: The Survival Value of Caring. Cambridge Scholars Publishing

Serpell, J. (2003). Anthropomorphism and anthropomorphic selection—beyond the cute response. Society & Animals11(1), 83-100.

Wilson, Edward O. Biophilia. Harvard University Press, 1984.

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