El mundo de los felinos domésticos es apasionante. Son múltiples las características que permiten calificar a estas mascotas como nocturnas, silenciosas, rápidas y astutas.
Gracias al increíble desarrollo que han experimentado sus sentidos, podemos disfrutar de un animal lleno de vitalidad, pero a la vez independiente y capaz de esconderse en los lugares más remotos. Tienen una capacidad olfativa mayor que la nuestra y, gracias a la forma de la pupila de sus ojos, disfrutaremos de una mirada fascinante.
La mirada del gato es mundialmente conocida, bien por ser capaz de atemorizarnos, bien por su exhuberancia. Tanto es así que los egipcios, que veneraban mucho a este animal, dibujaban con el mismo símbolo al gato y a la visión.
Olor a distancia
Con unos 67 millones de células olfativas, la nariz del gato es mucho más potente que la nuestra, sin superar, sin embargo, a la del perro, que posee de tres a cuatro veces más. De hecho, la olfacción interviene poco en la fase de búsqueda de la presa (contrariamente al perro), pero muestra toda su importancia en el momento de su consumación y en las relaciones sociales con sus congéneres y con el hombre.
El gato forma parte de las especies denominadas macrosmáticas, es decir, la zona olfativa de su cerebro está desarrollada. Su umbral de detección de los olores es bajo y es capaz de identificar perfectamente una sola molécula olorosa. Incluso las mezclas químicas más complejas pueden ser reconocidas. Por eso, el simple acto de intentar engañar al felino escondiéndole su medicamento en la comida es prácticamente imposible.
Un bigote detector
Los felinos poseen un sistema olfativo secundario, llamado órgano vomeronasal, capaz de detectar sustancias químicas propias de la especie, las feromonas. Éstas intervienen, en particular, en la marcación del territorio y en la atracción sexual. Para captarlas, los felinos tienen un comportamiento particular, el flehmen, que retrae los belfos superiores entreabriendo la boca en una mueca que da la impresión de que ríen sarcásticamente.
Las vibrisas son largos pelos rígidos extremadamente sensibles que proporcionan información muy preciada sobre el entorno táctil del gato. Están presentes sobre los labios superiores -los famosos bigotes de gato-, sobre los arcos de las cejas, las mejillas e, incluso, en la parte posterior de las patas delanteras. Esenciales para la caza y para orientarse en la noche, funcionan como antenas que permiten una gran detección de objetos móviles o inmóviles gracias a los índices de variación de calor y a las turbulencias. Su longitud extrema evita al gato tropezar con los obstáculos y le ayuda a evaluar la estrechez de un paso para no quedar atascado en él. Muy sensibles a las vibraciones, las vibrisas son barómetros que perciben mucho antes que nosotros la llegada de una tormenta o de una tempestad.
Mirada cautivadora
Este depredador está dotado de una excelente visión crepuscular gracias a la estructura de su retina. Esta membrana sensorial situada en el fondo del ojo posee 200 millones de bastoncillos (células muy sensibles a la luz) frente a los 120 millones de la especie humana. Pero el verdadero secreto del gato es la presencia de un espejo detrás de la retina, el Tapetum lucidum, que refleja la luz no absorbida y da la impresión de que los ojos brillan en la noche. El ojo, órgano sensorial más importante en el gato, es capaz de captar la menor parcela de luz y el más pequeño contraste. En contrapartida, su retina es pobre en conos, fotorreceptores sensibles a los colores: el gato no distingue más que una paleta limitada (el azul, el verde y, posiblemente, el rojo) y no distingue en absoluto los matices.
Aunque vea mal de cerca, este cazador detecta fácilmente, tanto de día como de noche, un ratón a gran distancia: una diferencia de luminosidad y el menor movimiento de su presa es suficiente para detectar su presencia. El oído de un gato está mucho más desarrollado que el nuestro o que el del perro, con una gama de vibraciones percibidas tres veces más amplia, sobre todo en los agudos: percibe los ultrasonidos hasta 60.000 Hz.
Está dotado de un oído musical, puesto que puede distinguir ínfimas diferencias de tono, cualquiera que sea su intensidad. Sus orejas hacen al mismo tiempo de radares, pudiendo orientarse independientemente la una de la otra para localizar la fuente sonora, gracias al juego de una veintena de músculos.
Fuente de información: Royal Canin