Los veterinarios en Cuba




No son invisibles, salvan la vida de tu mascota, solo que no quieren aparecer en la foto
Por Elsie Carbó

grillosazules@gmail.com

Quién quiere estudiar en Cuba para veterinario? Pues sí, hay quien la escoge en su lista de posibilidades, aunque no con tanta intensidad como otras carreras, pero conozco algunos jóvenes que se inclinan por este quehacer. Tendríamos que empezar por esa pregunta para después visualizar el mundo real en que se desenvuelven estos profesionales de la salud, y preguntar si son o no son estimados como médicos, entendida esa profesión como las personas que salvan vidas, a pesar de que esas vidas no sean humanas. Y digo que he conocido a muchos jóvenes a quienes les gusta la idea debido a su inclinación hacia los animales y sus deseos de ayudarlos, más, después que se enteran de las vicisitudes y limitaciones de un médico veterinario se deciden por otras opciones cuando conocen la realidad de esta labor en Cuba. En mis encuestas personales he recogido quejas y opiniones desfavorables de las condiciones tan precarias en que trabajan los veterinarios, locales adaptados a consultorios sin las condiciones idóneas para esa función, escases de medicinas para llevar adelante sus funciones, pocas clínicas u hospitales, en general sin recursos, y escasos incentivos tanto económicos como aquellos que tienen que ver con la satisfacción que da el reconocimiento social.

Una visita a la clínica de Carlos III le quitaría el deseo de estudiar veterinaria a cualquiera alumno, se deteriora el equipamiento para realizar diagnósticos como placas o ultrasonidos, que si no están rotos permanecen inutilizado por la obsolescencia, igual con los demás accesorios necesarios en la única clínica que atiende diariamente cientos de mascotas de toda la capital, y el lamentable resultado es la muerte de los animales y el malestar de los propietarios que acuden allí como única esperanza para salvar su animal. Lo otro es que no existen farmacias veterinarias donde adquirir medicamentos, y las que se supone que sean para estos fines como por ejemplo Animalia, en la calle Obispo, la oferta cuando hay es en divisas, y ya saben que los salarios de los dueños de mascotas no alcanzan, lo que hace difícil localizar un simple remedio que luego aparece a precios exorbitantes en la red de mercado subterráneo.

Ahora bien, esto por un lado ocurre, otros lo han mencionado mejor que yo, lo que quiero es destacar que al margen del mar de desidia en que se encuentra la labor de los veterinarios, incluidos aquellos que por suerte han logrado insertarse en los varios proyectos, grupos o asociaciones sin fines lucrativos que se han creado en el país, hay una hermosa vocación por servir, he visto la calidad humana de muchos de los que trabajan en Carlos III, lo digo como ejemplo por mi experiencia en las frecuentes visitas que he hecho al centro, ellos hacen más de lo que pueden con lo poco que tienen a su alcance, merecen ese reconocimiento, como también son dignos de mencionar aquellos que no trabajan oficialmente para el estado, porque existen, no son invisibles, están ahí cuando una los necesita y operan con precisión tanto una esterilización como una hernia perineal; son esos que no cobran un salario en las nóminas oficiales pero están ahí ante la vista de todos, salvando la vida de los animales, yendo a las casas cuando los llaman, anónimos, sin recursos, hasta dispuestos a enfrentar cualquier caso aún si no les reporta remuneración alguna.

Son esos veterinarios a los que los mueve el amor y la ética por una profesión que tienen que practicar a escondidas porque para ella no hay licencia en las legislaciones por cuenta propia, ni disponen de un mercado institucionalizado donde adquirir instrumentos de trabajo o los recursos necesarios para la atención de sus pacientes, tampoco están autorizados a emitir recetas para medicamentos, algo que me gustaría entender, porque cuando llevo a mi mascota a Carlos III el diagnóstico sugiere tetraciclina cada ocho horas para prevenir un cuadro agudo de infección, pero como no hay receta tengo que ir a otro sitio a pedirla, y ahí completo una rueda digna de un relato kafkiano. Habrá alguien dispuesto a dejar morir a su mascota por una simple receta? Y allá vamos a ver al médico de la familia.

Así queridos amigos, cuando pensamos en la situación de estos profesionales cubanos, que a veces cobran una minucia en moneda nacional por revisar un cerdo con amigdalitis o una vaca embarazada y que tan ineludibles son por la labor que desempeñan velando en nuestros campos por la salud del ganado porcino, vacuno, caballar, o de las aves que dan carne y huevos, y también contribuyen a que todo funcione con calidad como debe ser la vida del país, así como la de aquellos otros animales que no se utilizan para la industria alimenticia pero que nos dan felicidad y nos embellecen la existencia, lo menos que podemos hacer, de todo corazón, es regalarles la medalla de nuestra admiración.

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