Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Le han negado la salida del país. No clasifica, así de sencillo, y así se lo tendré que decir a la protectora cubana, quien desde el lejano exilio se ha condolido del gatito y me ha hecho la propuesta de adoptarlo; pero tal y como me ocurrió a mí cuando fui a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, le negaron la visa, y Pánfilo, que así nombré a este minino, por ahora no podrá volar, solo que en este caso se trata de que aún no cumple el tiempo reglamentario para viajar, como exigen en la aduana norteamericana, que serían los tres meses de edad, y tampoco hubo que pagar 160 cuc por entrar al edificio frente a Malecón, porque por suerte, todo lo averigüé con una llamada telefónica a una oficina de frontera.
Se trata del gatico al que recogí recientemente en la calle al cual le propinaron una patada, tan fuerte que le desprendieron un ojo y el otro quedó dañado, por lo que la comunidad proteccionista quedó impactada, por no decir espantada, y el suceso recorrió las redes sociales y personas altruistas como esta mujer, cuyo distintivo en Facebook es Gatis Perris, quiere llevarlo a Estados Unidos si no encontrase adopción en La Habana, aunque ya les digo, para cumplir ese anhelo tendrá que esperar a que el gato arribe a la edad reglamentaria y esté repuesto de sus dolorosos traumas, y ya en este punto les muestro las fotos y puedo afirmar que hay diferencia gracias a los colirios y los antibióticos que su veterinario de cabecera le ha recetado, y las donaciones que desde varios puntos del planeta han llegado para salvarlo.
Un gato tiene siete vidas como reza el conocido refrán y cierto o no, la verdad es que mientras existan abnegadas protectoras en este mundo, éste bebé, que llevará para siempre un nombre exclusivo de leyenda, no tendrá nunca más que sufrir una malsana existencia de basuras podridas en contenedores volcados, ni gaticidios horrendos a manos de maltratadores sicópatas. Puedo asegurar que a Pánfilo, la vida le sonreirá a pesar de que tal vez no pudiera conocer en carne propia el bienaventurado “sueño americano”.