Ésta fue más o menos la historia que caracterizó a los volúmenes similares que lo siguieron. Poco cambió en este sentido hasta la segunda mitad del siglo xx. El volumen de Wermuth y Mertens ( 1961) fue seguido por los de Pritchard (1967, 1979) y finalmente por el de Ernst y Barbour (1989). Si hasta cierto momento, y con honrosas y numerosas excepciones, lo que realmente interesaba de los animales era clasificarlos, en la segunda mitad del siglo las cosas empezaron a cambiar y la zoología se caracterizó por nuevos intereses. Sería demasiado largo intentar catalogar aquí la enorme masa de literatura especializada dedicada a la biología y fisiología de este grupo de animales, para la cual remito al volumen de Swingland (1989). Entre los que sintetizan los principales aspectos de la investigación sobre los quelonios, me limitaré a citar el excelente libro de Harless y Morlock (1989).
Los quelonios no pueden masticar la comida ni desmenuzarla en sus fauces: sus mandíbulas, revestidas por un pico córneo cortante, denticulado o ganchudo, consiguen como mucho ayudar a inmovilizar y aferrar los vegetales o las presas de que se alimentan o arrancar pequeños trozos, ayudándose de las patas delanteras. También la lengua, corta y blanda y fijada a la cavidad bucal, resulta de muy poca ayuda en la ingestión de la comida, que es lubrificada en parte por las glándulas salivares. A través de la glotis (que divide el inicio del tubo respiratorio del canal alimenticio) y el corto tramo esofágico (de paredes muy delgadas y llenas de glándulas), la comida llega al estómago, apenas diferenciado respecto al primer tramo intestina.
Cómo se alimentan las tortugas
El intestino está dividido en dos partes por la presencia de dos válvulas: la vesícula pilórica indica el inicio del intestino delgado, mientras que la válvula íleo-cecal indica el inicio del intestino grueso. La digestión es más bien lenta y el paso de la comida del esófago al estómago y de éste al intestino puede llevar varias horas. Es cuanto han averiguado algunos estudios realizados sobre galápagos palustres, donde se ha visto que la comida se estanca en el esófago incluso 3?4 horas, para después permanecer 8?10 horas en el estómago y recorrer el intestino en otra veintena de horas. El tiempo medio para Bataguridae y Emydidae es de 72 horas, inferior en mucho al registrado en tortugas marinas o en grandes galápagos terrestres Las heces son expulsadas a través de la cloaca, la abertura común al aparato excretor y al reproductor.
Omnívoras, carnívoras o vegetariana, entre las especies vivas es posible observar todos estos tipos de alimentación, prevaleciendo el primero. Varias especies carnívoras resultan en efecto oportunistas, alimentándose indiferentemente de presas vivas o muertas, con tendencia a utilizar lo más abundante y disponible que ofrezca en aquel momento el ambiente donde viven.
También especies herbívoras pueden aprovechar la ocasión y capturar pequeños caracoles o larvas de insectos o completar la dieta pobre en sales minerales comiendo las heces de cam1voros. En zonas áridas y pobres en recursos vegetales, los galápagos terrestres se han adaptado a comer plantas extremadamente coriáceas y a ingerir incluso las heces de grandes herbívoros. Excepcional es el tipo de presa tragada sin ningún daño aparente, más aun, con voracidad: medusas con tentáculos irritantes. Interesante es el método empleado por la tortuga caimán para conseguir comida, permanece tumbada en el fondo para lograr captar la comida.