Reconocer una enfermedad es fácil porque las diferentes partes del pez actúan como señal clara e irrefutable. Por si esto no es suficiente, las alteraciones que se observan en su comportamiento suelen ponernos igualmente en alerta. Para un mayor grado de certeza se utiliza una lupa y, de este modo, los cambios de coloración por ejemplo, serán más visibles.
Debemos acostumbrarnos a realizar un seguimiento de nuestras mascotas acuáticas. Se trata de un tema complicado puesto que hay poca información y, por norma general, no se le presta demasiada importancia. Las condiciones en las que habitan los peces requieren gran atención si no queremos que mueran envenenados, por causa del estrés o porque tengan algún accidente. Se tienen que controlar parámetros como el pH del agua, su temperatura, la comida adecuada, la no toxicidad de las plantas y rocas, etc.
Detectar anomalías conductivas
Las defensas de los peces pueden verse afectadas por el hábitat artificial en el que vivirán a partir de su compra. Unas condiciones óptimas aseguran larga vida a estos silenciosos animales de compañía. Nuestra responsabilidad es imprescindible para que no sufran ansiedad y estrés, problemas muy frecuentes que merman la salud de los peces.La normalidad en el estado del pez dependerá mucho de la especie ante la que nos encontramos, ya que cada uno tiene una forma particular de nadar. Debemos informarnos bien de los usos y costumbres más asentados de la especie o especies que tengamos en nuestro acuario ya que el abanico de diferencias es muy amplio.
No sólo se distingue a los peces por su color o su forma, también entran en juego características que van del grado de voracidad y apetito hasta su vitalidad o retraimiento. Puede ocurrir que las anomalías que percibamos estén motivadas por algún elemento temporal, como la introducción en el acuario de nuevos ejemplares o la falta de costumbre hacia una marca de comida nueva. Es importante apostar por el equilibrio entre espacio y número de peces, así como en el género de los mismos.
Podríamos admitir la existencia de un listado de síntomas de alerta que contemplaría la presentación de unas aletas replegadas, pegadas o rasgadas, el aislamiento en zonas retiradas del acuario, la frotación recurrente con los materiales que les rodean como las piedras o los objetos de decoración, movimientos de vaivén o boqueo en la superficie con respiración pesada entre otros.
Atentos a la fisonomía del pez
Dependiendo del ejemplar ante el que estemos, las formas de su fisonomía variarán considerablemente, pero las partes del pez siguirán siendo las mismas. Están formados por cabeza, tronco y cola. Les vertebra un esqueleto y, gracias a sus músculos, organizados en miotomas, son capaces de nadar. Tienen igualmente un pequeño corazón del que parte y al que llega su sistema circulatorio, permitiéndoles transportar el oxígeno que necesitan para vivir, además de todos los nutrientes indispensables para su desarrollo óptimo.Señalar que la fisonomía del pez será el paso siguiente que deberemos considerar en la segunda etapa de observación. En concreto, existen dos aspectos del pez realmente reveladores en lo que a enfermedades se refiere: el vientre y el color. En primer lugar, indicar que el vientre puede presentar dos anomalías básicas; bien puede estar hinchado o bien puede tener la apariencia de estar hundido. Cuando el problema esté localizado en un órgano interno, la observación se realizará en laboratorio porque a simple vista no puede detectarse.
Una de las acciones que debemos tener muy en cuenta es que el veterinario es el primero que debe conocer aquellos signos poco normales que percibamos en nuestros peces, ya que es el único capacitado para indicarnos los pasos a seguir en el tratamiento. Unas veces será necesaria la administración de fármacos, pero en ocasiones resulta obligatorio el aislamiento del pez enfermo para evitar contagios a los otros miembros del acuario.
El catálogo de males que puede conllevar un vientre abultado comprende desde una infección en forma de hidropesía o ascitis hasta una dolencia relacionada con los intestinos, e incluso una disfunción en la vejiga natatoria. Por su parte, un vientre hundido puede indicar raquitismo o tuberculosis.
Por norma general, la claridad en el color habitual del pez suele representar enfermedades menos graves que el oscurecimiento del mismo. No obstante, no hay que dejarse llevar por este tipo de generalidades, puesto que puede ocurrir que la tonalidad de los peces se torne más intensa a medida que llega el celo y la época de reproducción.
La decoloración puede guardar relación con una anemia o bien con una carencia de oxígeno, si lo que se decolora son las branquias, o de luz, mientras que el oscurecimiento puede indicar desde una dolencia del intestino hasta la mortal tuberculosis.
Enfermedades más comunes
Las alteraciones en la salubridad de nuestros pequeños amigos son más numerosas de lo cabe esperar. Hay una enfermedad que afecta a los ojos de los peces llamada exoftalmia que hace que los órganos visuales estén desorbitados. El líquido biológico se almacena en el interior de los ojos generando una hinchazón del globo y empujándolo hacia el exterior. Las causas de este achaque pueden estar en el propio acuario; concretamente en la calidad del agua, o en la nutrición que les facilitamos. Agentes externos como microbios o parásitos pueden igualmente tener el protagonismo en esta dolencia, además de presentarse acompañando a la tuberculosis o a la hiprodesía.
Con la hidropesía tendremos que barajar dos opciones, puesto que existe una modalidad que se manifiesta por medio de una decoloración en las agallas, irritación del ano e exolftalmia. Poco a poco se irá descamando la piel del pez, además de presentar ascitis al hincharse el vientre. La otra manifestación de esta enfermedad es a través de tumores.
Detectar un mal cuyo origen está en algún órgano externo es sumamente complicado, por eso la hexamita es una indisposición que, para cuando se muestra visible, ya es demasiado tarde. Su signo más característico es la aparición de una mancha oscura en la zona frontal que va tomando profundidad y que acaba siendo un agujero. El pez come menos, intenta aislarse y se vuelve corto de reflejos.
La tuberculosis también puede acabar con la vida de nuestros amigos acuáticos si no tomamos medidas inmediatas. Estaremos alerta ante una bajada en su volumen, signos de inapetencia alimentaria, alteraciones en la coloración y otras deformidades en los órganos externos.
Los agentes patógenos
Las enfermedades más comunes provienen de los hongos, las bacterias y los parásitos. Cuando un pez sufre un rasguño está expuesto al ataque de los hongos pero, para erradicar a los mismos antes de que se produzca la agresión al pez, deberemos mantener limpio el fondo del acuario de excrementos y otros restos orgánicos.Por su parte, las bacterias debilitan al pez desde el interior de su organismo. No obstante, podemos empezar a sospechar cuando vemos que el pez pierde el gusto por la comida: presentará las aletas rasgadas y sus ojos no serán los de un pez sano. Su acción es terriblemente rápida por lo que una actuación a tiempo será fundamental. Por último, decir que los parásitos empiezan a dejarse notar cuando el pez presente síntomas de inactividad, se vuelva lento, se frote con el mobiliario del acuario y su respiración sea anómala.
Fuentes de información: Aquaplant.cl, Elacuarista.com
Imágenes: Sxc.hu