Al Loro le hemos ubicado en una jaula amplia, cuadrada, de fácil limpieza, en un lugar de la casa que esté alejado de productos que puedan tener emanaciones tóxicas, resguardado de corrientes de aire, y que pueda vernos el mayor tiempo posible.
Durante los primeros días, iremos realizando algunos ejercicios básicos para conseguir su confianza, como darle de comer de nuestra mano, acariciarle la cabecita, y hacer que se suba a nuestra mano. A partir del momento en que nuestro loro es capaz de subirse sin temor a nuestra mano, la confianza va a ser cada vez mayor. Cada vez que saquemos a nuestra mascota de la jaula, vigilaremos que no haya ninguna puerta o ventana abierta por la que pueda escapar, y correremos los visillos o cortinas, para que el animalito no crea que la ventana está abierta, y pueda golpearse en pleno vuelo contra el cristal.
Tiene que sentirse a gusto
Casi todos los loros son animales gregarios, es decir, viven en bandadas en ocasiones formadas por cientos de aves, en las que se relacionan e interactúan, comiendo juntos, durmiendo juntos y trasladándose de una zona a otra en grupo. Aprovecharemos esta circunstancia para que nuestro loro aprenda de nosotros. La hora de comer de los humanos, por ejemplo, es un momento en el que nuestro loro disfrutara muchísimo sintiéndose uno más.Es recomendable a esa hora, mientras comemos, que él pueda observarnos, que le hablemos y le demos algo de comer incluso de nuestra mesa, para que se sienta integrado: un trocito de fruta, verdura de la ensalada antes de aliñarla, un cachito de queso fresco bajo en grasa o incluso un pequeño trocito de pan harán que el loro se sienta feliz compartiendo las actividades de su 'bandada humana'. Ni que decir tiene que nos abstendremos de darle comida con sal, frituras o productos demasiado grasos, que pueden dañar de modo irreversible su delicado hígado.
Cómo hacer que hable
Casi todos nosotros, cuando nos planteamos adquirir un loro, pensamos en un animal que nos salude por las mañanas, cante el himno de nuestro equipo de fútbol favorito y diga palabras divertidas. En realidad, la inmensa mayoría de los loros son capaces en mayor o menos medida de cumplir con estas expectativas, aunque cuando conocemos más de cerca de a nuestra mascota, vemos en él tantas habilidades que el habla pasa a un segundo lugar.De todos modos, si queremos que diga algo, procederemos hablándole con normalidad, le saludaremos al entrar en casa (?Hola, Paco. Ya estoy en casa?), diremos lo que vamos a hacer cuando queremos que salga de la jaula ( ?Paco, ahora te voy a abrir para que juguemos un ratito en el sofá, ?vale??) y le diremos un ?no? rotundo cuando haga alguna cosa que no debe hacer. Poco a poco, él ira entendiendo la mayoría de las cosas que le decimos, e incluso las utilizará para interactuar con nosotros.
Si el loro ve que las palabras, utilizadas en un contexto determinado, le dan un resultado concreto (al decir ?pipas, pipas? recibe un premio, por ejemplo) se interesará mucho más por aprender y utilizar palabras.
No es aconsejable ponerle una grabación en la que se repita constantemente la misma palabra, ni tapar la jaula para que solo escuche, y muchísimo menos ofrecerle bebidas alcohólicas para que se desinhiba y rompa a hablar.
Aunque a algunos puede sorprenderles este apunte, éstas son prácticas utilizadas en algunos lugares, que pueden dañar tanto física como psicológicamente a nuestro loro, y que jamás tenemos que usar por mucho que leamos en distintos medios que son útiles.
Palabras malsonantes
Por último, una recomendación más: procura no enseñarle a tu loro palabras malsonantes. A algunas personas les parece muy divertido que su loro insulte a cualquiera que pasa por la calle cuando está tomando el sol, y además, al animal probablemente le encante repetir sin cesar esas palabras si se las enseñamos, porque dan como resultado que llama la atención de todo el que le escucha, e incluso se giran a mirarlo y le dicen algo (aunque sea un reproche).No es muy responsable enseñarles este tipo de comportamientos porque, si nuestro loro está bien cuidado, probablemente, y dependiendo de la especie, sus expectativas de vida sean superiores a las nuestras en muchos casos. Pensemos, por tanto, que lo que a nosotros nos parece gracioso puede resultar molesto a los oídos de otras personas que tengan que hacerse cargo de él más adelante, y por tanto, enseñarles insultos puede suponer garantizar a nuestra querida mascota una vejez en el cuarto más alejado de la casa, donde nadie pueda escuchar sus malos modos.
Es responsabilidad nuestra no solo procurarle una buena alimentación, sociabilización y cuidados en el hoy, sino además, prever en lo posible los cambios que se darán en la vida de una mascota cuyas expectativas de subsistencia en muchos casos rebasan ampliamente los 70 u 80 años.
Por Julia Valero , responsable comercial de Teonikeo
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