Al llegar el nuevo animalito, pensé que la reacción de la gatita sería más abierta, porque de niña, nunca ví rechazo de las mascotas (perros y gatos) con la llegada de nuevas. Al ver al gatito, Mía le bufó / siseó, sin moverse. Entonces comprendí que el proceso no sería nada fácil, ya en las primeras horas. Ante esta situación, tuve que improvisar un espacio de aislamiento para el gatito. Busqué información en internet, y de acuerdo a los testimonios que ví, la recomendación era aplicar la estrategia de acercar a los gatitos por medio de la comida, obviamente separados. El resultado obtenido no fue positivo porque la gatita no estaba corrientemente motivada por comer, típico de las mascotas mimadas acostumbradas a tener acceso fácil a la comida.
Sobre este resultado, opté por seguir las recomendaciones en general, pero con la diferencia de reemplazar la comida por el juego.
1. Mantener el aislamiento, en el cual la gatita tenía acceso normal a todos los espacios, excepto a la habitación en la cual encerré al nuevo huésped.
2. Intercambiar lugares, o sacar al gatito del aislamiento, permitiendo que la gata adulta entre y explore el lugar para olfatearlo. La idea era que ella se acostumbre a la presencia del gatito bebé.
3. Coloqué una rejilla en la puerta de ingrreso de la habitación, la cual permitía, que la gata adulta tenga contacto visual con el gatito. Lo que noté fué que la gata permanecía bastante tiempo observando al nuevo gatito, y cuando éste se acercaba, ella reaccionaba con agresividad, para luego huír. Este comportamiento se prolongó cerca de una semana.
4. Se me ocurrió que, dado que la estrategia de la alimentación próxima y el constante contacto visual a través de la rejilla no funcionaba, empecé a hacerles jugar, a ambos separados empleando un pedazo de cordel o pelotitas. Primero a través de la hendidura de la puerta entreabierta, siempre con precaución.
5. El resultado de estos juegos fue que la gata empezó a relajarse. Paulatinamente dejó de bufar. Viendo ésto, hice que estos juegos se desarrollaran a través de la rejilla, permitiendo mucho más contacto entre ambos animalitos, especialmente visual, haciéndoles jugar durante otra semana, con una frecuencia de dos o tres veces al día.
6. Finalmente, al ver que la gata dejó de manifestar agresividad y tensión, dí el gran paso: dejar a ambos animalitos sin ninguna barrera, pero alerta y serena, porque sé que tus emociones son percibidas por las mascotas y les afectan. Ese mismo día mis gatos, Mía y Nawo, durmieron juntos.
Como conclusión, debo decir que en más de un momento estuve a punto de devolver al gatito bebé, desanimada con la actitud de la gata adulta. Toda la experiencia no fue fácil, y requirío de un poco de creatividad y muchísima paciencia. Valió la pena! Actualmente, ya pasó año y medio de todo este proceso. También hice castrar al gatito macho, y ambos animalitos son... inseparables!