Muchos humanos temen la visita al dentista o al médico, pues lo mismo sucede con los perros y el veterinario. ¡Es su mayor pesadilla! Cuando llevas a tu perro al veterinario notas que se empieza a poner nervioso, gruñe, retrocede al andar, se retuerce, y está temblando constantemente. Estos son los principales signos de la ansiedad que sufre tu perro al ser llevado contra su voluntad a un lugar que él no soporta.
Se algún modo el perro relaciona el veterinario con algo negativo, es un lugar horrible donde todo el mundo está nervioso y estresado. Una vez están allí, su dueño empieza a hablarle dulcemente tratando de calmarlo, y le dice que no pasa nada. Eso aún le deja más intranquilo.
Obviamente no es algo que se haga con mala intención, pues todos los humanos estamos acostumbrados a combatir el estrés con cariño y atención, solo que entre nosotros suele funcionar con nuestros hijos, amigos o mayores. Sin embargo, para el perro no sucede lo mismo, pues su forma de pensar y su comportamiento son completamente distintos la manera de ser y pensar de los humanos.
Para un perro recibir amor y afecto es una gran recompensa, pero hay que recordar que si lo recompensamos cuando está estresado y nervioso, le estaremos diciendo que es correcto estar estresado y nervioso. Esto supone una contradicción, pues nosotros queremos que él esté calmado, porque pensamos que lo está pasando mal, y únicamente empeoramos la situación.
La mejor alternativa cuando vamos al veterinario es estar calmados, pues entonces nuestro perro también lo estará. Si ignoramos sus lloros y sus quejas, comprenderá que no te afecta verlo así y que tú no estás nervioso, y finalmente él también se tranquilizará. Otra opción es dar un largo paseo antes de ir al veterinario, y darle recompensas al entrar y al salir, y dentro si es necesario, también alguna que otra vez. Esto, sin olvidar que solo daremos recompensa cuando nuestro perro esté tranquilo.
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Marcos Mendoza