En los últimos años ha aumentado el número de personas que ha decidido acoger como mascota a una chinchilla.
Estos roedores se caracterizan por su suave pelo, su carácter simpático y por no necesitar demasiados cuidados para vivir bien.
Aunque se adapten a vivir en una jaula y no salir de ella, tenemos que saber que son animales muy delicados y cualquier cambio brusco en su entorno o en la manera de tratarles puede causarles importantes episodios de estrés.
Además, estos cambios de rutina afectan a su estado de ánimo y pueden provocar enfermedades irreversibles en el aparato nervioso.
Para evitar este tipo de problemas es fundamental saber tratarlos y darlos una alimentación adecuada basada en piensos de alta gama y complementos nutritivos, supervisar su higiene y adecuar el ambiente de la jaula para que sea lo más parecido posible a su hábitat natural, que está caracterizado por tratarse de lugares secos con temperaturas templadas.
La prevención de las enfermedades es fundamental
Para prevenir la aparición de este tipo de patologías tenemos que ser muy estrictos con los horarios y establecer unas rutinas.
Lo primero es ser conscientes de que la chinchilla es un animal nocturno. Durante el día lo normal es que la chinchilla se muestre inactiva y duerma casi todo el rato, en ningún caso deberemos estorbarla o intentar despertarla.
Tampoco tenemos que obligarla a estar en nuestros brazos, debemos recordar que a muchas no les gusta que las cojan.
Para las chinchillas es fundamental vivir en un entorno tranquilo, silencioso, alejado de las corrientes y a una temperatura constante, nunca superior a los 27 grados.
Para cumplir con estas premisas es muy importante decidir el lugar idóneo donde colocar la jaula. Es mejor que se sitúe en un espacio poco transitado de la casa, sobre todo si viven fumadores, puesto que pueden desarrollar adicción al humo del tabaco y presentar síntomas de ansiedad por abstinencia de nicotina.
Dos síntomas característicos de estas enfermedades
La mayoría de las enfermedades del sistema nervioso tienen dos síntomas claves que nos deben poner en alerta: las convulsiones y los desmayos o estados de shock.
La convulsiones suelen ser una respuesta a una infección parasitaria o a una intoxicación. También es una señal de que nuestra mascota lleva una dieta baja en fósforo y calcio, esto lo podremos solucionar proporcionándole a la alimentación de la chinchilla un pienso de alta calidad y suplementos de alfalfa.
Por su parte, los desmayos y estados de shock pueden tener múltiples orígenes y lo más importante es saber actuar rápidamente: los primeros pasos son verificar si respira y controlar su temperatura con una manta o poniéndola cerca de la calefacción.
Si el animal no reacciona hay que llevarle a urgencias veterinarias.
Si observamos que hay una parada respiratoria tendremos que darla un masaje en el tórax suave y muy rápido, empezando con una fricción, luego haciendo compresiones a modo de bombeo y abriendo la boca de la chinchilla para practicar la respiración artificial.
Las cinco enfermedades más comunes de la chinchilla
La parálisis en la chinchilla no es muy frecuente y en líneas generales es debida a embolias y espasmos arteriales pasajeros.
Una de las causas son las caídas desde alturas elevadas, por ello siempre que la saquemos debemos vigilar sus movimientos para impedir que caiga desde una mesa alta o desde un armario y dentro de la jaula poner plataformas para que el golpe nunca sea desde una altura elevada.
Algunos factores responsables de la parálisis parcial, sólo se pueden detectar durante los chequeos médicos como los quistes, los tumores y los parásitos internos.
La nematodiasis cerebral se trata de una infección que suele transmitirse a través de las heces o por la ingestión de alimentos contaminados.
Los síntomas más comunes son la inclinación pronunciada de la cabeza, descoordinación o torpeza, caídas frecuentes al caminar, meningitis y la parálisis, pudiendo provocar la muerte del animal.
En este supuesto es necesaria la intervención de un veterinario, aunque no existe tratamiento para ello y hay que tener mucho cuidado porque es transmisible a los humanos.
Los protozoos son infecciones propias de los países en vías de desarrollo, por lo que en España son muy raros.
Los indicios son descoordinación, letargo, depresión, pérdida de peso y disnea (dificultad para respirar).
Si presenta esta sintomatología deberemos acudir urgentemente al veterinario antes de que se afecten a los pulmones, al bazo, al hígado, a los intestinos o al páncreas.
Deficiencia de tiamina y virus del herpes
La deficiencia de tiamina, esta sustancia es necesaria para el correcto funcionamiento del metabolismo y su carencia provoca deficiencias en la síntesis de proteínas y carbohidratos, además, de causar un daño irreversible a los nervios periféricos.
En estos casos los síntomas son temblores, convulsiones, parálisis parcial o movimiento constante en círculos.
El tratamiento es simple, sólo hay que poner inyecciones de tiamina supervisadas por un especialista. Esta patología se previene con suplementos alimenticios de heno.
Por último, el llamado virus del herpes cuya primera manifestación es una conjuntivitis seguida de reacciones neurológicas como desorientación y apatía, que van aumentando hasta la muerte del animal.
Las lesiones que puede causar el herpes son múltiples: meningitis, polioencefalitis con necrosis neuronal, cuerpos intranucleares que afectan el cerebro, degeneración de la retina, neuritis óptica, etc.
No existe tratamiento y si nosotros padecemos herpes tampoco podemos estar en contacto directo con una chinchilla.
Para prevenir todas estas enfermedades debemos ser conscientes de que nuestros roedores, al igual que el resto de las mascotas, deben seguir controles veterinarios periódicos para detectar cualquier dolencia y tratarla con suficiente antelación.
Imágenes: Su--May, Ph!L!s, Greencolander, Arkangel, Ph!L!s / Flickr