El gato es un animal que empieza a manifestar su comportamiento de lucha desde muy temprana edad, peleando con sus hermanos por conseguir el mejor puesto a la hora de mamar de la madre. Desde los doce meses, el animal presenta unas actitudes agresivas que le servirán para integrarse en la sociedad felina, en la que es primordial ganar en los combates para obtener el dominio.
De esta forma, el ejemplar que sea más fuerte en el uso de sus zarpas y mordiscos, será reconocido por sus semejantes como el líder o el jefe del grupo, puesto al cual llegará sólo a través de numerosos enfrentamientos con los congéneres de su comunidad.
Causas del enfrentamiento
Son diversos los motivos por los que un gato se pelea. La confrontación con un macho que supone una amenaza, la intrusión de alguien en su territorio, cuando algún extraño se acerca a su camada, si un gato comparte su hábitat o cuando percibe claramente que tiene las de ganar, son algunas de las causas que pueden llevar al animal a la lucha. Aún así, es conveniente saber que estos felinos no pelean dos veces por el mismo motivo.
Un gato no suele penetrar en el territorio de otro a no ser que no haya percibido sus huellas o las señales de su orina. Si esto ocurre, el dueño y señor de la parcela se le acerca en actitud amenazante para defenderse contra la intrusión. Ante este gesto, el animal despistado se da la vuelta respetando, en todo momento, la división territorial.
Otro motivo para la lucha entre dos gatos se produce cuando aparece una hembra de por medio. En este caso será ella la que elija, y no tiene por qué ser al ganador. El enfrentamiento se produce en tanto en cuanto la superioridad jerárquica comporta otras responsabilidades, como la de procrear y transmitir así las propias características genéticas. En cualquier caso, el combate presenta diferentes facetas, distinguiendo entre las amenazas y la pasividad.
La conducta amenazante puede ser de tipo ofensivo y defensivo. El primer caso es el comportamiento que precede al ataque y se produce cuando el gato se sitúa enfrente de su adversario y se prepara para saltar. En las amenazas defensivas el animal avanza de costado y con el dorso arqueado y son una mezcla de deseo de fuga y de ataque. La posición de pasividad se caracteriza porque el gato se somete y permanece pegado al suelo, produciéndose así el final de la confrontación.
Desarrollo del combate
En su enfrentamiento con otro congénere, el gato avanza con las patas extendidas para parecer más grande y en actitud amenazante, con el pelo erizado, el dorso arqueado y las orejas hacia atrás. Emite sonidos sordos y estridentes, avanzando lentamente mientras vigila los movimientos de su contrincante. La mezcla entre miedo y agresividad que sufre el animal no se deja entrever en su comportamiento. Así, al comienzo del combate inclina la cabeza e inicia un movimiento de advertencia con el que indicará al otro gato que está a punto de atacarle.
Los movimientos de los adversarios son lentos y pausados, sobre todo si son animales del mismo rango. Alguna conducta más acelerada supondría que el más débil reconoce su inferioridad y admite el ataque del otro gato. Cuando se produce un mordisco en el cuello, ataque más habitual en este tipo de combate, la acción ha de realizarse con suma rapidez y el atacado suele defenderse con arañazos, patadas y sucesivos maullidos que acompañan a los constantes revolcones.
Cuando termina el enfrentamiento, el vencido se tumba en el suelo con las orejas aplastadas mientras que el ganador olfatea el suelo en señal de que acepta la rendición del adversario. Las consecuencias pueden ser mutilaciones o heridas y, aunque es poco frecuente, puede llegar a producirse la muerte de alguno de los animales.