Los refugios y protectoras son la esperanza de muchos perros abandonados, pero eso no significa que ellos sean felices: las protectoras a menudo están cortas de mantas, comida y voluntarios, y no pueden darle la atención que merecen algunas de estas víctimas.
Este es el caso de Chloe, una perra que incluso en el refugio permanecía apartada, asustada de todo, mirando a la pared sin confiar en nadie.
A los cuidadores se les rompía el corazón, pero en los refugios hay cada vez más perritos que necesitan cuidados, y es imposible atenderlos a todos tanto como les gustaría. Por eso tienen las casas de acogida.
A Chloe la acogió Darvish, que consiguió llevarla a su casa, aunque no fue fácil: necesitaron varias horas para animarla, poco a poco, a salir de la jaula y subir al auto. No dieron tirones ni la forzaron, porque eso es lo peor que puedes hacer con un perro asustado, así que se tomaron su tiempo.
En su casa de acogida, nadie la abrazó ni acarició, no la acosaron a palabras alegres y mimos que Chloe no sabía recibir. Dejaron que campara a sus anchas, que encontrara un rincón y se quedara en él.
Darvish trabajó duro para ganarse su confianza, utilizando tácticas de un verdadero adiestrador: compañía, silencio, serenidad, utilizó el propio lenguaje canino en su beneficio, y tres días después Chloe comenzó a comer de su mano.
A partir de entonces las cosas comenzaron a mejorar. En cuestión de semanas, la perrita lo seguía a todas partes: había descubierto que aquel humano era bueno con ella y podía confiar en él, así que iba detrás todo el tiempo, se apoyaba en su pierna o ponía la cabeza en su hombro. Solo quería estar en contacto.
Como es de esperar, Darvish se retiró de la acogida… porque quería adoptar a Chloe para siempre.
Marcos Mendoza
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