¿Qué pensarías si tu médico te recomendara tener una mascota? Los animales de compañía pueden aportar beneficios físicos y psicológicos en el tratamiento de numerosas enfermedades.
Son muchos los estudios que se han realizado sobre esta materia, pero es ahora cuando comienza a extenderse su aplicación real.
Corría el año 1953 cuando el psiquiatra Boris M. Levinson descansaba en su despacho con su perro Jingles junto a él. Un paciente del doctor se presentó muy nervioso antes de la cita.
Se trataba de una madre con su niño, que acusaba gran retraimiento y aquella tarde estaba muy alterado. El perro del Dr. Levinson se acercó al niño, llamado Johnny, y comenzó a jugar con él. El psiquiatra tuvo la brillante idea de incluir a Jingles en el tratamiento para comprobar si esta terapia ayudaba a la rehabilitación de Johnny.
Dos disciplinas diferentes de terapia con animales
Lo que comenzó como un ensayo fruto de la casualidad, ha terminado constituyendo dos prácticas muy eficientes que hoy en día se conocen como Actividad Asistida por Animales (A.A.A.) y Terapia Asistida por Animales (T.A.A.).
El primero de estos programas propone encuentros o visitas en las que se incorpora y juega un papel básico el animal.
Se trata de algo espontáneo y no regulado, es decir, que el terapeuta puede ser perfectamente un voluntario no profesional y, por lo tanto, no se registran los avances y no existen objetivos concretos. Los entornos en los que se desarrolla una A.A.A. pueden ser de lo más variopinto y no son específicos.
La T.A.A. es algo mucho más serio y ordenado. Se plantean una serie de objetivos y metas para la recuperación de un paciente que, por norma general, no ha mejorado con la medicina tradicional.
Así pues, los progresos dentro de esta terapia se van recogiendo para el estudio, el establecimiento de valores en la evolución y el diagnóstico.
Éstos son algunos rasgos por los que se diferencian ambos tratamientos y porque la persona que controla el proceso es un fisioterapeuta o un psicólogo, es decir, alguien cualificado.
Beneficios de la interacción entre animales y personas
La profesionalidad de estas técnicas exige un grado de preparación en los animales muy alto. Por eso, se les selecciona y entrena a conciencia tras cumplir con éxito pruebas de salud, habilidad y aptitud.
Las sesiones se establecen de tal forma que se pueda extraer de las mismas algo positivo, ya sea la relajación del paciente, el hecho de que éste hable, demuestre su cariño y sus debilidades, se haga más fuerte, olvide sus problemas de salud, etc.
Los fines que se persiguen con esta terapia van desde los beneficios físicos y mentales hasta los educativos y emotivos.
Por ejemplo, físicamente, se persigue mejorar tanto las habilidades en el manejo de una silla de ruedas como las cualidades motoras en general.
En cuanto a las mejoras psíquicas se pueden conseguir interacciones verbales, desarrollar la autoestima, paliar la soledad y la ansiedad o fomentar la atención.
Además de todos estos logros, también se pueden alcanzar sentimientos deseables como la empatía, la socialización y la aceptación. La mente se estimula e, incluso, se puede llegar a estabilizar el metabolismo.
Pero no sólo las mascotas convencionales, como perros o gatos, pueden ser utilizadas para lograr efectos terapéuticos. Si bien el perro es un animal asombroso por su capacidad de aprendizaje, obediencia, fidelidad y amor incondicional que profesa, hoy en día existen alternativas terapéuticas como la Hipoterapia (Terapia Asistida por Caballos) y la Delfinoterapia (Terapia Asistida por Delfines).
Principales obstáculos
Está comprobado que los animales son de gran ayuda para el ser humano, pero a veces la intención no es lo único que cuenta.
Puede darse el caso de que al enfermo no le favorezcan en absoluto este tipo de técnicas, bien porque se obsesiona con el animal, porque no confíe en las expectativas de curación o, simplemente, porque resulte alérgico.
En el caso del terapeuta, puede ocurrir que no estén bien orientado o formado. La institución tiene la responsabilidad legal en caso de accidente.
Además, debe disponer de un espacio adecuado, controlar los ruidos y las condiciones de salubridad. Muchas veces estas organizaciones acaban antes de empezar debido a todas estas cortapisas.
Por supuesto, un animal dedicado a esto puede llegar a sufrir mucho, por eso es necesario que sea controlado por un veterinario.
Imagen perro tumbado: Joint Base Elmendorf-Richardson / flickr
Imagen gato tumbado: Rob Lee / flickr
Imagen perro acariciado: IllinoisLibrary / flickr
Imagen niño en caballo: State Farm / flickr
Imagen chica y delfín: Loren Sztajer / flickr