Por Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Desde que se supo lo de la detención Langín Peláez Hernández bajo la denuncia de propagar enfermedades, mi intención fue conocer a esta mujer cuyo caso se ha difundido suficientemente en las redes y ha sido comentado en algunos grupos en las esquinas, las colas y las calles, a veces con exagerado rumor fabulario, y otras, con el asombro que produce un hecho que aún no llegamos a entender. Y es a partir de escuchar las opiniones de varias personas cercanas a su labor como protectora de animales callejeros, gatos específicamente, es que contacté esta entrevista con ella. Y como me gusta decir las cosas como son, mi primera impresión ha sido favorable, y por supuesto, después de conocer a través de su testimonio, que hubo un veredicto oficial de que el caso no procedía, según dicto la fiscal, me pregunto cómo es posible que debido a una acusación, al parecer infundada, cuya veracidad no fue investigada, o sea, se pasó por alto ir a la casa de esta ciudadana a corroborar si en realidad las pulgas de sus gatos eran una amenaza para el vecindario, u otra situación alarmante que hiciera pensar a la acusadora que estaría expuesta a una enfermedad contagiosa, estuviese cinco días en un calabozo? Porque, eso no ocurrió en ningún momento de los días que estuvo encarcelada, según refiere Lanyín, y sus animales domésticos no pasaron ningún análisis, como tampoco a los que ella regularmente alimenta en las cercanías de su cuadra, carcana al hospital Hermanos Ameijeiras. También me dijo que no recibió un trato adecuado mientras estuvo detenida, como tampoco se le ofrecieron disculpas por ese tiempo perdido después de que el tribunal la exoneró de cargos. Todo esto además de exponer que, accedió por temor, a firmar un acta en la propia Unidad de la PNR, donde aceptaba conforme las medidas cautelares, pues de lo contrario quedaría retenida nuevamente, según le expresaron.
A todo esto hay que añadir las distintas formas de silencio de las personas o entidades a las que Lanyín recurrió en busca de una constancia de que ella había sido relevada de la acusación hecha, presumiblemente con mala fe, para presentar ante su centro laboral, en el cual estuvo ausente de su cargo como Especialista Principal del Departamento de Política y Control de Mantenimiento de la Inmobiliaria del MINTUR, donde también dejó de devengar parte de su salario, sin olvidar el sufrimiento de sus familiares, es decir su hijo estudiante de medicina y su madre de 73 años, quien padece problemas nerviosos y se vio afectada, además de amigos y compañeros de los grupos protectores de animales a los que ella pertenece y la apoyan.
Pero hay más que lamentar que la parte económica, porque los daños colaterales han sido notorios si tomamos en cuenta su condición médica en estos momentos, que se identifica como post traumática, al no encontrar respuesta a las cartas enviadas a distintas instancias en busca de desagraviar moralmente su imagen ante las violaciones de sus derechos como ciudadana, olvidando enseñanzas y principios de transparencia y justicia que nos exige la Revolución.
Y esto me hace repasar el párrafo 264 del Proyecto de Constitución que estamos analizando en estos días, donde en el Capítulo VI de Garantías jurisdiccionales de los derechos dice que, y cito textualmente:
“La persona a la que se le vulneren sus derechos y sufriere daño o perjuicio por los órganos del Estado, sus directivos, funcionarios y empleados, con motivo de la acción u omisión indebida de sus funciones, tiene derecho a reclamar, ante los tribunales, la restitución de los derechos y obtener, de conformidad con la ley, la correspondiente reparación o indemnización”
Tengo en mi poder las copias de esas diferentes misivas que la señora Lanyín ha escrito y su desesperanza como ser humano ante estos excesos de poder que en su persona se han cometido, pero para no especular utilizando solo mi apreciación personal, basta decir que si la fiscal que atendió su caso lo desestimó, supongo, porque no tenía el menor argumento, lo justo que se esperaría ante el lamentable hecho de privar de libertad cinco días a una mujer trabajadora y decente, es como mínimo una disculpa, de quienes actuaron de ese modo, si ya se supo que ella es inocente de la estupidez de que se le acusó, y se sabe que al contrario de propagar enfermedades, su labor altruista y desinteresada en el salvamento y ayuda a los animales sin hogar es de beneficio y utilidad para este proyecto de cuidar y velar por el medio ambiente, que hoy por hoy, ocupa espacios importantes en la vida nuestra sociedad y del país, un país que navega en pos de un destino más humano y creíble para ésta y para las siguientes generaciones de cubanos.