Es decir, antes de preocuparnos por temas de comportamiento, debemos asegurarnos de que físicamente todo está en orden. El dolor o las molestias en espalda, patas, boca… etc., pueden ser la señal de que algo no funciona y se manifiestan a través de cambios de conducta, ya que ellos no tienen otro medio de indicarnos que algo va mal.
Nuestro animal no sabe hablar y, es nuestra obligación estar atentos a estos indicios. El profesional encargado de velar por la salud de nuestro mejor amigo es el veterinario y el único que puede diagnosticar el problema y recetar los medicamentos más adecuados, en cada caso. Los síntomas más comunes que indican malestar o dolor, a los que debemos estar atentos y que deben ser revisados por el veterinario son:
- Apatía, falta de ganas de jugar o de hacer ejercicio, de saltar...
- Menor apetito o si solo admite comida blanda o de grano pequeño.
- Mayor apetito y/o sed
- Eliminación inadecuada cuando ya tenía el hábito adquirido
- Cojeras
- Rigidez
- Posturas anormales
- Mirarse o mordisquearse una zona concreta del cuerpo, dolor evidente al tocarle la piel.
- Debilidad en las patas traseras o delanteras
- Contracturas musculares y limitación del movimiento
- Quejarse y vocalizar (ladrar o maullar) al hacer determinados movimientos...
Descartados los problemas orgánicos, el educador se encargará de poner las pautas más adecuadas en cada caso para que el propietario y el animal trabajen juntos en la solución de cada caso.
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