En los ecosistemas de todo el mundo, el declive de los grandes depredadores como leones, dingos, lobos, nutrias y osos está cambiando la cara de los paisajes desde los trópicos hasta el Ártico.
Un análisis de 31 especies de carnívoros publicado este jueves en la revista ‘Science’ muestra por primera vez cómo amenazas como la pérdida de hábitat, la persecución por los seres humanos y la escasez de presas se combinan para alertar de la existencia de un problema global de declive carnívoro.
Más del 75 por ciento de esas 31 especies de grandes carnívoros están disminuyendo y 17 especies ahora ocupan menos de la mitad de sus antiguos rangos, según informan los autores.
El sudeste de Asia el sur y el este de África y el Amazonas son algunas áreas en las que varias especies de grandes carnívoros están disminuyendo y, con algunas excepciones, los grandes carnívoros ya han sido exterminados en gran parte de los países desarrollados de Europa Occidental y el este de Estados Unidos.
“A nivel mundial, estamos perdiendo a nuestros grandes carnívoros”, alerta William Ripple, autor principal del artículo y profesor en el Departamento de Ecosistemas Forestales de la Universidad Estatal de Oregón. En este sentido, explica que muchos de ellos están en peligro de extinción local o global y están desapareciendo al tiempo que los seres humanos están aprendiendo acerca de sus importantes efectos ecológicos.
Ripple y colegas de Estados Unidos, Australia, Italia y Suecia reclaman una iniciativa internacional para la conservación de los grandes depredadores. En concreto, sugirieron que tal esfuerzo se inspire en la Iniciativa de Grandes Carnívoros para Europa, un grupo científico sin fines de lucro afiliado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Los investigadores revisaron los informes científicos publicados y señalaron siete especies que han sido estudiadas por sus efectos ecológicos generalizados o “cascadas tróficas”, entre los que se incluyen leones africanos, leopardos, lince eurasiático, pumas, lobos grises, nutrias de mar y dingos.
Ripple y su colega de la Universidad de Oregón Robert Beschta han documentado el impacto de pumas y lobos en la regeneración de las masas forestales y la vegetación ribereña en Yellowstone y otros parques nacionales de América del Norte.
Estos expertos vieron que la presencia de menos depredadores conduce a un aumento en el avistamiento de animales como ciervos y alces, alterando la vegetación y cambiando las aves y pequeños mamíferos y otras partes del ecosistema en una cascada generalizada de impactos.
Los estudios sobre lince, dingos, lobos y nutrias marinas han encontrado efectos similares, según los autores. El lince ha estado estrechamente ligado a la abundancia de corzos, zorros rojos y liebres y, en algunas partes de África, la disminución de los leones y leopardos ha coincidido con un aumento dramático en los babuinos oliva, que amenazan los cultivos agrícolas y el ganado.
En las aguas de Alaska suroriental, una disminución de las nutrias de mar por la depredadora ballena asesina ha provocado un aumento de los erizos de mar y la pérdida de praderas de algas. Cuando los grandes carnívoros han sido restaurados, como los lobos en Yellowstone o el lince eurasiático en Finlandia, los ecosistemas han respondido rápidamente, según Ripple, quien argumenta que la naturaleza está altamente interconectada.
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