Los profesionales de la salud animal



Por Elsie Carbó

En la foto Rafael Ugalde con un pequeño pekinés, recogido por él en la intersección de San Pedro y Ayuntamiento, adonde fue abandonado a su suerte con una terrible infección bacteriana en sus ojos, que lo llevó a la pérdida de la visión de uno de ellos y a la incertidumbre de no saber si el otro tiene esperanzas en esta vida, o sea, en su futuro puede ser ciego, lo que fue corroborado por el especialista que lo operó ayer, y de lo que quisiera hablar un poco más, no sin antes decir que ese futuro del pekinés es, además, muy duro si no encuentra un alma bondadosa que lo adopte y lo haga feliz siendo un bebé de cinco meses, pero de eso hablaremos cuando se cumplan los diez días que dura su tratamiento, ahora voy a lo otro, porque hay cosas que queman en el pecho si no las decimos como son, y la historia de este caso me da pie a exponer una de las tantas razones por las que los animalistas pedimos se esclarezcan las condiciones en que deben trabajar los veterinarios en Cuba para no tener que andar en la clandestinidad como si estuviéramos violando algo a la hora de conseguir un veterinario para atender a un animal, o lo que es peor, andar en silencio y sin mencionar sus nombres, como si fueran unos parias, porque eso es lo que sucede con tantos buenos profesionales como este que atiende al pekinés, que siendo un excelente médico, porque eso es lo que son, tiene que trabajar en condiciones que no se las deseo a nadie, y sin poder mencionar a los cuatro vientos su nombre y apellido, ni para felicitarlo públicamente por su trabajo, y a eso me refiero, ellos son tan profesionales como los que más, con estudios y sacrificios como los que más, y dedicados y bondadosos con las vidas que ponen en sus manos como el que más, entonces, ¿cuál es el problema con ellos, porqué no pueden ejercer su trabajo públicamente, tener sus propios consultorios de los cuales el estado obtenga impuestos, y pueda fiscalizar tan fácil como se le hace a los arrendatarios, por citar un ejemplo, en fin, del tema se puede escribir mucho, y habrá contradicciones, pero el país lo necesita para su nuevo modo de reordenar la vida de todos, y yo que viví en carne propia un pedazo de la historia me da para decir que entre los protectores o animalistas casi nada anda oculto, así se sabe quién es bueno en su oficio y quién no, quién especula y quién no, por eso cuando pregunté por un oftalmólogo de puntería indicaron su nombre, como ocurre en la vida misma, y no solo se trata de veterinarios, para aclarar, entonces no será difícil mover el colador y filtrar el agua pura y sin residuos a la hora de establecer reglas y límites, que para eso hemos aprendido mucho y de manuales hay montones, si de eso se trata. Lo que no puede soportarse es que un veterinario ejerza su trabajo en condiciones pésimas, me refiero al inmueble donde tiene que atender a los animales, lugares pequeños, improvisados, sin ventilación, o sea, lugares sin confort donde tiene que salvar vidas durante largas horas, sin todos los medicamentos e instrumentales para su trabajo, de esto doy fe a partir de la visita con este pekinés al médico de este relato, a quien conocí y puedo decir que es uno de esos amantes de su labor, conocedor de su oficio y seguro en lo que hace, uno de esos buenos cubanos ante los cuales en su presencia hay que hacer la reverencia. Y no digo más, los mantendré informados sobre la salud del pequeño pekinés.

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