Afortunadamente, cada vez más niños, solicitan permiso antes de acercarse a acariciar a un perro y sin embargo, son demasiados los adultos que se saltan las reglas de buena convivencia y se agachan a acariciar a todo perro con apariencia simpática que pasa por el parque, y en el peor de los casos, a regalarles, además, todo tipo de golosinas aduciendo "que les encantan los animales".
Hay perros y perros por lo que, ante estas situaciones, unos lo llevan mejor y otros peor... Luego nos extraña ver perros evitando a las personas desconocidas, poniendo tanta tierra de por medio como les sea posible o, si van atados, gruñendo bajito, para intentar alejar la posible "amenaza" (el perro no sabe que solo lo quieren acariciar y lo puede interpretar como una posible agresión pues no tiene opción de alejarse si va con la correa). Y muchos propietarios, ante esta situación, se apresuran a corregir a su perro cuando empieza a mostrar signos de incomodidad ante ese estímulo que le asusta o pone nervioso.
Para evitar llegar a "enfadarnos con el perro", es importante es entender el proceso de aprendizaje que sigue el animal, olvidarnos de castigos y empezar por respetar y hacer respetar el espacio crítico del animal (eso implica estar atento en todo momento a todo lo que nos rodea), enseñándole progresivamente a enfrentarse con éxito a situaciones que, en un inicio parecían insuperables para él.
Por ello, en el parque soy de las que van a mi aire, acompañada por mi perro y de vez en cuando algún amigo humano y/o perruno, disfrutando juntos del paseo, sin prisas, sin móvil y concentrados en observar y aprender. Y os aseguro que es un estupendo ejercicio de análisis que proporciona muchísima información sobre nuestros perros.