Por Elsie Carbó
Aquí está Copy, sobreviviente y guapo. Quizás un milagro para mí misma que luché por dos meses por su vida, con una operación de dos hernias perianales, una tumoración de próstata y la extirpación de sus genitales, casi nada para un perrito con casi 14 años de edad, pero ahí está en su larga etapa post-operatoria y post-reposo, con su familia, algo que siempre le viene bien al ánimo y al espíritu de los animales que siempre extrañan su casa y su dueño.
Les he dado una panorámica del estado de Copy, a quien muchos conocieron en estas redes cuando anuncié su gravedad, pero realmente lo que quiero es tener un pie para abordar el motivo que preocupa y disgusta a muchos protectores, o a casi todos, sin exagerar, y es al tema de la medicina veterinaria que de hace unas semanas acá vemos en crisis, tanto en la estatal, al tener cerrada la clínica de Carlos III, y desactivados muchos consultorios de zona, como los veterinarios particulares.
No es un secreto que la mayoría de las acciones en pro de la salud de los animales afectivos recaían en las manos de los veterinarios particulares, al no tener dicha clínica estatal, ni recursos ni personal docente para enfrentar la avalancha de personas con mascotas enfermas que colmaban sus instalaciones, dicho de otra manera, sin esos veterinarios, llámense Juan, Pedro, María o José, no se hubieran salvado ni la mitad de nuestros queridos animalitos, ya sean perros, gatos, conejos, jicoteas o pájaros, lo que me lleva a preguntar, ¿por qué en medio de esta situación que atravesamos, con una enfermedad sin rostro a las puertas de nuestras casas, que no nos permite salir a la calle ni siquiera vivir la vida como debería ser, se promulga un decreto prohibiendo a los veterinarios seguir trabajando? Y entiéndase que trabajando quiere decir velar por la salud de nuestros animales afectivos, aquellos que viven en nuestros hogares, con nuestros hijos, nietos, abuelos y tíos, que en muchos casos están tan vinculados a sus mascotas que, si se enfermaran o muriesen, ellos morirían de dolor también, ¿les suena el ejemplo? ¿O creen que exagero? Dicho sea de paso, tengo amistades en ese caso, no escribo algo que no sea verdad, hay quien ha publicado en estas mismas redes que su perrita es su hija, y mire usted, ¿qué no haría esa misma compañera por brindarle lo mejor a su niña querida?, Pero si no hay veterinarios ya quisiera ver adónde la iría a salvar.
Y es lo que está ocurriendo, carteles en las puertas de las casas de los veterinarios diciendo que no hay consultas, que ya no trabaja más, teléfonos que no responden, alteración y estrés, eso y más es lo que encontramos, y si dijéramos que los perros no enferman de moquillo, que a los gatos no los lastiman, que los carros no atropellan o que los caballos no caen reventados al piso, no hubiera que lamentar que los veterinarios estén de brazos caídos, pero no es así, cada vez la situación empeora al no haber, por ejemplo, una contención para la reproducción natural, entiéndase que no se están esterilizando a los animales, que las colonias de gatos crecen, que los perros pululan en las calles, la muerte, el maltrato y las violaciones sobrepasan la imaginación, y con esto vienen otras desgracias, violencia, contagios, enfermedades como rabia, leptospirosis engordan las ratas y las suciedades, no quiero ser tan negativa, pero si alguien me pudiera ayudar a dorar un poco la píldora se lo agradecería.
Se vecina un panorama difícil, lo dicen los expertos, y no estamos en Corea ni en Viet Nam, lugares donde no parece que ha llegado la covid, estamos aquí en Cuba, formamos parte de la misma familia y luchamos en ella para que cada día sea mejor, sea más instruida, más culta, esté más a tono con el mundo, hermosa y sana, quizás solo pediremos que haya en ella funcionarios que legislen, promulguen o decreten para mejorar el rumbo de esta sociedad. Del amigo Copy les tendré al tanto en su trayectoria post operatoria, tenga o no, un veterinario de cabecera que vele por su salud.