Durante los meses de primavera y verano, las orugas procesionarias comienzan a proliferar en los parques, las zonas de recreo y las áreas al aire libre que frecuentan nuestros perros. Las orugas están recubiertas por unos pelillos urticantes que se dispersan y flotan en el aire. Estos pelos urticantes que revisten la oruga tienen forma de arpón y contienen una sustancia tóxica en su interior, la taumatopeína. Cuando el pelo se rompe, libera el tóxico que, en contacto con la piel o las mucosas, hace que las células corporales liberen histamina produciendo urticaria, inflamación y edema agudos. Son extremadamente peligrosas porque al contacto o lamido de la oruga, podremos advertir síntomas como inflamación de labios, boca y cabeza en general.
También hay que tener cuidado con los nidos pues están llenos de estos pelos y pueden ser trasladados por el viento y producir el mismo efecto aún en ausencia de las orugas.
Los perros, por curiosidad, suelen acercar la trufa a la oruga o, incluso al nido, y pueden llegar a lamerlas. Inmediatamente se advierte enrojecimiento de la cara e hinchazón en general, babeos, vómitos. El animal intenta rascarse, babeando exageradamente. Intentará ahuyentar el picor frotándose. Si los pelillos urticantes entran en los ojos, pueden causar conjuntivitis y daño corneal.
Los síntomas son hinchazón de la cabeza, de los labios, el aire le va faltando y su respiración es más rápida. El problema es que la inflamación es tan grande que puede llegar a necrosar un trozo de lengua o de labio y, en ocasiones, el animal será incapaz de beber y comer por lo que puede desarrollarse fallo renal por deshidratación. La inflamación de la lengua puede causar la asfixia del animal por lo que se trata de una URGENCIA VETERINARIA y hay que trasladar al animal lo antes posible para su tratamiento.
La primera medida que pueden tomar los propietarios, antes de acudir al veterinario incluso, es lavar muy bien la zona afectada con AGUA CALIENTE ya que el calor destruye la toxina puesto que es temolábil. Nunca se debe frotar la parte lesionada, ya que así romperemos los pelos dañados diseminando más aún la toxina.
Ya en el veterinario y una vez que el facultativo diagnostique la gravedad del caso, lo tratará en la mayoría de los circunstancias con corticoides, antihistamínicos, antibióticos y analgésicos. Es muy importante saber que la celeridad con la que se actúe es fundamental.
La principal opción preventiva que está al alcance de todos nosotros es extremar las precauciones en los paseos que realicemos con nuestros perros en la temporada de febrero a abril, evitando las zonas donde haya pinos para así impedir el contacto con la temida procesionaria.
Nunca se deben manipular los nidos sin protección en piel y mucosas ni, mucho menos, desprender los bolsones de procesionaria de los árboles con la idea de que así no hay peligro. La retirada debe ser realizada por profesionales para evitar riesgos.
El buen tiempo es para disfrutarlo. Revisa las zonas de paseo y controla que tu perro no se acerque a lugares susceptibles de procesionaria.