Así que, además de mi felicitación, me gustaría aconsejarte que no cambies nada de lo que estás haciendo. Cuando las cosas funcionan, lo mejor que podemos hacer es continuar haciendo lo mismo, para que todo se mantenga.
Es posible que tu perro se haya acostumbrado a tus rutinas y que tenga además muy claro que no tiene por qué preocuparse en tu ausencia. ¡Fantástico!
Pon atención, nada pasa de repente
Que puedas mantenerte haciendo las mismas cosas, las mismas rutinas, no significa que no debas prestar atención a lo que tu perro tiene que comunicarte. No sería la primera vez que un perro con el que nunca ha habido problema de ansiedad por separación, por ejemplo, comienza a mostrar signos de que algo no funciona como es debido.
Lo cierto es que las cosas rara vez pasan de repente… Y lo habitual es que tu perro indique con su comportamiento que comienza a no sentirse tan cómodo, seguro o relajado, antes de que puedas observar un problema real en casa.
Atajar con los primeros indicios un problema que podrá ir tomando más y más peso cada día, es la mejor manera de prevenir un desenlace que no quieres. Y a veces no hacen falta muchos días ni que se repita muchas veces, para que escale de manera exponencial. Pero… lo que está claro es que habrá comenzado dando ciertos signos de que se estaba convirtiendo en algo a tener en cuenta.
No des por hecho que las cosas simplemente tienen que ir bien. Ningún trabajo tiene que durar para siempre… por muy bien que se haya trabajado, pues hay muchas variables que pueden hacer saltar la chispa para que se pueda empezar a estropear.
¡Así que no te confíes! Mantén las cosas que te han funcionado para que todo siga yendo sobre ruedas, pero ten siempre un ojo abierto para comprobar que, efectivamente, continúan funcionando.
Las prisas de hoy pueden ser un problema mañana
Las prisas… ¡siempre las prisas! En muchas ocasiones lo que tira por tierra una buena educación de un perro, son precisamente las prisas.
Esto es achacable, por supuesto, a dejar solo en casa al peludo. Cuando ya tienes al perro tranquilo, esperando relajado el momento de volver a verte, con tiempos más o menos adecuados para aguantar la jornada laboral, empiezas a ponerte impaciente y comienzas a correr a un ritmo mayor de lo que tu perro puede seguir. Tan cerquita veías ya el final del túnel, que no has podido mantener un paso firme…
Y lo que nos encontramos es que se le comienza a someter al perro a situaciones para las que no estaba preparado… casi, pero aún no. Y de repente (recuerda, ¡nada pasa de repente!) un día ves que tu perro ha vuelto a retroceder una barbaridad, justo cuando estaba a puntito de quedarse solo durante horas.
Cuando no conseguimos tener la paciencia de terminar las cosas con el tiempo que requieren y pasamos por encima de lo que el perro nos marca, no hay forma de que las cosas funcionen. No es posible. Nuestros tiempos y los de los perretes que enseñamos no coinciden, habitualmente, y si no sabes adaptarte a los ritmos de tu peludo, prepárate para volver una y otra vez a tener que trabajar las mismas cosas… o cada vez más enrevesadas.