No hay mayor perfección en la naturaleza que aquella que se aprecia en los movimientos de un caballo que corre por la pradera. Ni hay mayor sentido de la libertad que aquel que se experimenta cuando se galopa sobre el lomo de este noble animal.
Aunque los caballos no son una opción común para tener de mascota como lo son los perros o los gatos, por razones obvias, no deja de ser menos importante porque, al fin y al cabo, cumple un objetivo tan importante como las anteriormente mencionadas: la compañía.
Origen de la especie
Durante milenios, el caballo no fue más que una pieza de caza para servir de alimento al hombre prehistórico. Su velocidad de galope no permitía abatirle fácilmente con los medios rudimentarios de entonces, pero la astucia y las emboscadas permitieron hacerse con algunos ejemplares que caían bajo los certeros golpes de los cazadores.
Cuando el ser humano se hizo sedentario, se percató de que el caballo podría ser de gran utilidad. Desde ese momento empezó a ser su ayudante de trabajo, llegando a convertirse en un elemento vital en la historia de la humanidad. Según todos los indicios, este animal no tuvo su origen en Europa, sino que fue importado desde alguna apartada región oriental para su utilización doméstica.
Cuidados del caballo
Como cualquier otro ser vivo, el caballo necesita un espacio mínimo vital en el que se sienta cómodo. Un hábitat de mantenimiento muy reducido puede ocasionar que se eche a descansar y quede 'entrampado' con las patas hacia las paredes de la caballeriza. En la desesperación el animal puede llegar a lastimarse e, incluso, a ocasionarse fracturas.
Vacunación: en el caso de los equinos, la vacunación debe de hacerse de forma periódica, sobre todo en aquellos ejemplares que son transportados frecuentemente a concursos y otros eventos.
Desparasitación: tanto interna como externa. Es una práctica básica que disminuye el riesgo de problemas digestivos ocasionados por parásitos y de problemas de condición corporal pobre. Su pelaje también tiene que tener unos cuidados adecuados.
Cuidado dental: es vital para la salud que el veterinario realice una revisión dental periódica y, de ser necesario, ha de limar los odontofitos que comúnmente se forman (cada seis meses aproximadamente).
Atención médica: es importante que el veterinario realice una revisión general por lo menos dos veces por año. Además, en caso de cólico es importante atenderlo lo más pronto posible ya que, ante ese tipo de problemas, cuanto antes reciban ayuda médica, mayores son las probabilidades de recuperación.
Alimentación: el caballo necesita una alimentación adecuada de acuerdo con su especie, raza, edad y grado de actividad. Asegurando una buena dieta, se podrán evitar problemas de salud serios como anemia, obesidad, epífisitis y muchas otras.
A parte de esto, existen posturas que defienden que es bueno darles masajes a los caballos con fines curativos.
Carácter y costumbres
Los mecanismos cerebrales que controlan la respuesta emocional del caballo son muy similares a los del ser humano, tal y como ocurre en otras especies domésticas como el perro y el gato. Desde siempre, el hombre ha considerado a los caballos como seres vivos con una marcada inteligencia. Sin embargo, hace poco tiempo se ha empezado a pensar en ellos como animales capaces de sentir emociones, como el miedo o la agresividad.
El equino es un animal gregario y necesita comunicarse con los otros miembros de la manada. Este poderoso instinto está siempre presente, por lo que tratará de volver junto a los compañeros de su especie o de permanecer junto a ellos, ya que esto le da seguridad. Con su sistema de comunicación pueden transmitir emociones básicas y establecer una jerarquía de dominio sin violencia. Los caballos domésticos tratan a los humanos como miembros de su manada, por lo que usan el mismo lenguaje corporal para comunicarse con el dueño.
Por otra parte, los mecanismos de defensa, es decir, la aptitud física a alejarse velozmente de la amenaza de un ataque y la posesión de sentidos muy desarrollados, están orientados principalmente hacia la huida como medio de supervivencia. Esto explica la naturaleza nerviosa y excitable del caballo. Por lo general, no son animales agresivos y prefieren huir a combatir.
Son ciertamente sensibles a la atmósfera y son capaces de valorar el estado de ánimo de su jinete, convirtiéndose en cierta medida en el espejo de la persona que los monta. Poseen la facultad de percibir al instante factores tales como la timidez o la vacilación del ser humano, así como la confianza y el valor.
El lenguaje corporal de los equinos es muy extenso y específico. Su cara y su cuerpo poseen indicadores básicos de su estado anímico y comportamiento, que será necesario conocer para tener una mejor relación con la mascota.
Un buen comienzo
Si nunca se ha tenido un caballo ni se ha tenido contacto con los mismos, es conveniente empezar con un ejemplar que sea dócil y esté acostumbrado a ser montado. Si es un macho, mejor que esté castrado. La razón para elegirlo castrado radica en que un animal joven y vigoroso puede oler a kilómetros a una hembra en celo y ponerse nervioso y rebelde, lo cual altera su comportamiento normal, y si no se sabe manejar, puede resultar complicado.
Una yegua de unos siete años, sin raza definida, de buen carácter, bien domada, acostumbrada a las personas y con aspecto físico agradable es lo ideal para tener los primeros contactos con el mundo equino. Si se elige un ejemplar muy joven, tendrá que ser educado. Para ello, se precisará de la ayuda de un experto, que no sólo tendrá que domar al animal, sino que enseñará al nuevo jinete las pautas para mantener la disciplina y no dejarse dominar por él. En este punto son necesarias cierta técnica y experiencia.
En cuanto a la manera de tratar al caballo, hay que acercarse a él de frente, asegurándose de que puede escucharle. Cuando se esté cerca, conviene extender el brazo para que lo huela. Darle unas palmaditas en el cuello sirve para demostrarle que no se tiene miedo. Los caballos pueden ser muy beneficiosos para el hormbre, de esa forma existe la equinoterapia.
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