Solemos hablar mucho de esos perros que dan sus vidas por sus humanos, y admiramos su valor, su entrega y su devoción por nosotros. No obstante, a veces se nos olvida que también los humanos adoramos a nuestros perritos… y que algunos también pueden dar su vida por ellos. Hoy quiero hablarte de una de estas historias.
Era 1981 en el Parque Nacional de Yellowstone. David Allan Kirwan y Ronald Ratliff iban a visitar el parque con el perro de Ronald, un Gran Danés llamado Moosie.
En el parque hay un gran y azulísimo lago, muy tranquilo, que resulta muy atrayente para nadar. No obstante, lo que uno no sabe es que sus aguas están por encima de los 90 grados.
Es evidente que Moosie no sabía eso. Estaba tan excitado por el paseo que ni siquiera lo pensó: saltó del coche y echó a correr para lanzarse al agua, sin escuchar a su humano gritándole que volviera.
Se tiró al lago, y en el acto empezó a gemir de dolor. Se estaba abrasando.
Ronald siguió llamando, desesperado. David fue el que cogió las riendas y corrió hacia el lago. Un paseante cercano le gritó que no lo hiciera, y su respuesta fue: ¡vaya que no!
Se tiró de cabeza para intentar rescatar a Moosie.
Su increíble valor, su afán por salvar a un perro que ni siquiera era suyo, todavía me provoca un nudo en el estómago. David no sobrevivió… llegó al hospital, pero no vivió más de un día… pero sin duda su valentía y su amor son dignos de recordar.
Por desgracia, no sabemos si logró salvar a Moosie. Quiero pensar que sí.
Marcos Mendoza
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