Las relaciones entre perro y persona, se deben basar fundamentalmente en el afecto (al fin y al cabo, hemos elegido tener perro), además de otras cosas como alimento y cobijo a las que se les suele dar preponderancia, en detrimento precisamente del vínculo que es, justo aquello que marca la diferencia.
Un ejemplo claro está en la práctica de cualquier habilidad. Cuando tratamos de enseñarle algo nuevo, solemos recurrir a los premios de comida porque son fáciles y atractivos.
Eso no quiere decir que si enseñamos al perro, usando premios, conseguiremos un animal egoísta que únicamente trabaje en función de la posible recompensa. Las relaciones son mucho más complicadas y el perro puede empezar cogiendo confianza con el bocadito de premio pero, si el vínculo y la complicidad existen, la comida pronto pasa a un segundo plano y queda reservada para nuevas habilidades. Al fin y al cabo, a todos nos gusta aprender cosas nuevas.
Está más que demostrado que los premios y felicitaciones generan, en todos los seres vivos, un estado emocional positivo que predispone a la cooperación, aumenta la motivación e, incluso, puede cambiar la percepción negativa o de miedo frente a algo.
Por poner un ejemplo, es difícil que un perro se enfrente con éxito la primera vez al ejercicio de pasar por un tubo de agility o una pasarela, sobre todo si son perros con componente de miedos (adultos que nunca han practicado, perros rescatados de perreras y aquellos con antecedentes de maltrato). Aunque vean el otro lado, el cambio de superficie y la sensación de estar rodeado, causa miedo. Si el animal confía en su propietario, es mucho más rápido que aprenda a enfrentarse a su temor y consiga superarlo. Si reforzamos esa conducta con un premio de comida o una felicitación, estamos generando entusiasmo al perro para volverlo a intentar.
Este tipo de actitud es esencial cuando queremos generar nuevas conductas apropiadas reforzando la relación, disfrutando de cada avance y, sobre todo, evitando miedos innecesarios.
Cuando la relación es armoniosa y se establece la necesaria complicidad entre perro y persona, cada uno intentará ajustarse, en la manera de lo posible, a la forma de ser del otro, disfrutando plenamente de cada paso.