Vincent es un gato de Estados Unidos que nació sin sus patas traseras y fue abandonado por lo mismo, pero afortunadamente fue rescatado por un refugio de animales en Iowa. Por su condición era imposible que alguien lo adoptara. Por fortuna, una de las voluntarias dentro del refugio le platicó a su hija la situación de Vincent, y la hija, quien estudia medicina veterinaria, se puso en contacto con la doctora Mary Sarah Bergh, quien es profesora de la Universidad de Iowa y cirujano ortopédico veterinario, quien se interesó en el caso de Vincent.
La doctora Bergh implantó un par de patas de titanio al gato, uno de los procedimientos más avanzados en veterinaria y que al día de hoy se calcula que sólo dos docenas de animales han estado ante una intervención similar. La complejidad de esta cirugía es que cada implante se atornilla al fémur, lo que expone parte del hueso al medio ambiente, por ello requiere cuidados especiales y un tratamiento con antibióticos dos veces al día.
La ventaja de esta cirugía, es que con el tiempo las patas de titanio se pueden ir adaptando en longitud, hasta que queden del tamaño de sus patas delanteras, esto con la intención de que Vincent pueda saltar como un gato normal, algo que calculan sea en un lapso de un año.