La Casona de los Gatos (leyenda mexicana).
El Rei dels Gats (leyenda catalana).
El Rey de los Gatos (leyenda inglesa).
Ngariman (leyenda australiana).
El gato y el Arca de Noé (leyenda bíblica).
La Casona de los Gatos (leyenda mexicana)
Una casa abandonada en el corazón de Tacubaya (Ciudad de México). Allí vive el recuerdo de una anciana medio loca / medio leyenda. Dicen las historias de los vecinos que era una mujer rara, excéntrica. Arrastraba en cada paso un sin fin de sufrimientos. Fue dejada por su marido (o su amante, según afirman los más longevos del lugar) y volcó sus sentimientos en el único hijo que tenía, quien murió en una pelea.
Para poder sobrevivir a la desgracia, un día le abrió la puerta a una gata herida que buscaba refugio. La adoptó sin imaginarse que su llegada sería el inicio de una larga descendencia felina. Primero fueron cuatro, luego nueve, luego quince, luego veintitrés, luego ¡quién sabe cuántos! Todos perdieron la cuenta.
La mujer se fue transformando. Cada vez hablaba y salía menos, miraba extraño. Los maullidos de los gatos en su casa parecían traspasar las ventanas, inundar la calle, taladrar los oídos de quienes antes vivían tranquilamente.
Un día, la casa se detuvo. Quedó estática. Los ruidos cotidianos cesaron. Ningún olor, ningún movimiento. Los gatos se comportaban extraños. Maullaban bajo, daban rondines, estaban tristes. Los vecinos lo notaron. No fueron necesarias las palabras. Se miraban unos a otros, lo sabían: La vieja hierbera había muerto. ¿Qué hacer?
Inesperadamente, un audaz pasado de copas pretendió burlarse del dolor felino. Sin respetar a los guardianes gatunos, de ancestral vínculo con la muerte, tiró un par de piedras a las ventanas y pateó la apolillada puerta hasta abrirla. Como extraño sortilegio, el hombre apareció muerto al día siguiente.
Ya con la puerta abierta y los cristales rotos, los vecinos pudieron ver a la mujer en el piso, custodiada por sus fieles gatos, quienes parecían revivir a la anciana con maullidos y movimientos. Era un cuadro escalofriante.
Después de la intervención de las autoridades, se supo que todo cuanto tenía se lo había dejado a sus gatos, quienes conocedores de esa voluntad, siguieron habitando la vivienda.
Hoy la casona conserva las ventanas rotas, la puerta de madera y las decenas de gatos herederos de los bienes. Los vecinos han aprendido a respetarlos. Se dice que estos felinos se han vuelto salvajes. Se dice también que el espíritu de la mujer ronda por la calle. Que a veces su silueta se aparece. Que a veces también, huele a tés extraños.
Cierto o falso, esta leyenda vive. La casa y los gatos siguen allí, vigilantes, desafiando al tiempo.
El Rei dels Gats (leyenda catalana)
Existe una historia, en tierras catalanas, relacionada con los gatos y, más concretamente, con el primer gat (primer gato) y el Rei dels Gats (Rey de los Gatos):
En la actualidad, los gatos no tienen ningún rey; sin embargo, cuenta la leyenda, que cuando el primer gato, que era el rey de todos gatos, estaba a punto de morir, escribió un testamento indicando quién habría de ser su sucesor… y para mayor seguridad, escondió el testamento dentro de un cascabel, y, según quién cuente la historia, este cascabel, a su vez, fue escondido dentro de una coca (una especie de torta tradicional catalana, aplanada, de forma generalmente ovalada).
El caso es que el monarca gatuno finalmente murió y, cuando sus felinos súbditos buscaron el testamento, no encontraron en parte alguna ni testamento, ni cascabel, ni, si es el caso de según quién cuente la historia, coca alguna… Y, desde aquel aciago día, el pueblo de los gatos no ha cesado en su empeño de hallar el desaparecido testamento, con la intención de poder nombrar al sucesor del primer gato, el Rey de los Gatos.
Y de aquí surge la costumbre que tienen los gatos de, antes de ponerse a comer, sacudir con su boca aquello que cogen entre sus dientes, de aquí para allá, con el fin de ver si allí suena el cascabel que guarda el testamento de su felino “abuelo”, que nombrará a su nuevo rey, no fuera el caso que se lo comieran por accidente y éste se perdiera para siempre. Y de ahí viene, también, el hecho de que, en Cataluña, los gatos siempre estén al acecho de las coques. Y veréis que, efectivamente si logran agarrar alguna, teniéndola atrapada bien fuerte con los dientes, tal y como ya se ha dicho que hacen con su comida, la sacuden de aquí para allá, para ver si suena el famoso cascabel del Rei dels Gats.
El Rey de los Gatos (leyenda inglesa)
Existe un Rey de los Gatos, dicen varias leyendas de Irlanda, Inglaterra y Escocia, que se pasea entre nosotros de incógnito.
La siguiente historia fue recogida por Charlotte S. Burke en tierras escocesas en 1884:
Dos jóvenes de Edimburgo habían alquilado una pequeña casa en un lugar remoto al norte de Escocia. Su intención consistía en pasar allí el otoño, aprovechando para practicar la caza en los bosques adyacentes. Junto a ellos vivía una anciana a la que habían contratado para que les hiciese la comida, así como el gato de esta y varios perros.
Normalmente, ambos jóvenes salían a cazar juntos, pero una tarde uno de ellos prefirió quedarse en casa. Así que el otro cogió su escopeta y partió sólo en dirección al bosque, prometiendo primero, eso sí, que regresaría antes de la puesta del Sol.
Sin embargo, pasaron las horas y no aparecía. Su amigo estaba cada vez más preocupado. Ya se había hecho de noche y quedaba muy atrás la hora habitual a la que cenaban, cuando, finalmente, el cazador regresó. Según le pareció al otro joven, traía el rostro muy pálido y aspecto de estar exhausto.
Hasta que no hubieron cenado, no accedió a contar a su amigo lo que le había sucedido. Estaban sentados frente al fuego, con los perros tumbados a sus pies y el gato negro de su cocinera adormecido entre ellos, cuando comenzó a hablar:
- Bien, quieres saber qué ha ocurrido para que haya llegado tan tarde, y te lo contaré, pero has de saber que se trata de algo tan extraño que ni yo mismo estoy seguro de que haya acontecido en realidad:
“Me encontraba en el camino del bosque, apenas a unos veinte minutos de aquí, cuando descendió una espesa niebla que me hizo perder completamente el sentido de la orientación. Intenté ubicarme y regresar en dirección a la casa, pero, al parecer, no hice más que adentrarme entre los árboles. Para mi desesperación, no tardó en hacerse de noche.”
“De repente me pareció ver una luz moverse entre la niebla y la creciente oscuridad. Decidí seguirla para ver si me conducía a algún lugar habitado. Ya había avanzado unos cien metros tras ella cuando se apagó. Como estaba justo al lado de un roble de aspecto robusto, me subía a él a ver si desde algo más arriba era capaz de volver divisar la misteriosa luz. Y vaya si lo hice.”
“Resulta que estaba justo al otro lado del árbol. Desde las ramas vi bajo mi posición (y aún no entiendo muy bien como puede ser esto) lo que parecía una iglesia. Se oían cánticos, y alcancé a ver que se estaba celebrando un funeral, pues había un ataúd rodeado de antorchas. Pero quienes llevaban esas antorchas…, oh amigo mío, no me creerás cuando te diga quienes portaban aquellas antorchas.”
Y ahí detuvo el joven su narración, alegando que le tomaría por un loco si contaba el resto de la historia. Pero tanto le insistió su amigo para que concluyese el relato que al final acabó accediendo. La expectación flotaba en el ambiente, e incluso el gato de la cocinera parecía escucharles con extremada atención, casi como si pudiese entender lo que decían.
- De acuerdo, pues esto es lo que sucedía:
"Las manos que sujetaban las antorchas y el ataúd eran pequeñas y peludas y tenían las uñas afiladas. ¡Sus propietarios eran gatos, te lo juro, gatos! ¡Y sobre la tapa del ataúd había grabadas una corona y un cetro!"
Al decir esto originó un tremendo caos en la habitación: el gato negro de la cocinera comenzó a correr dando vueltas por las paredes a una velocidad inverosímil, y a los dos hombres les pareció oírle exclamar con una voz extraña pero perfectamente comprensible:
“¡Por Júpiter, el viejo Pete ha muerto! ¡Ahora yo soy el Rey de los Gatos!”.
Tras lo cual se dirigió hacia el fuego, lo esquivó con un hábil salto y desapareció chimenea arriba. Nunca más lo volvieron a ver…
Ngariman (leyenda australiana)
Cuando los espíritus ancestrales dieron forma a la creación mediante un soplo de vida, existía un Hombre-gato llamado Ngariman. Los hermanos Bagadjimbiri, que eran los dioses creadores según la tradición Karadjeri, viajaron por todo lo ancho y largo de la Tierra dando vida a toda la creación.
Entre las cosas que les parecieron extrañas estaba Ngariman, el Hombre-gato que ante sus ojos era tan extraño y gracioso que no pudieron contener la risa ante su presencia. Ngariman se sintió ofendido y junto con sus padres acabó con los hermanos Bagadjimbiri. La diosa de la Tierra, Dilga, motivada por esta acción derramó un caudal de leche que ahogó a Ngariman y sus familiares, y revivió a los hermanos Bagadjimbiri.
Sin embargo la leyenda de Ngariman probablemente no esté basada en un gato doméstico como aquellos que llegaron a Australia alrededor de 1785, traídos desde Inglaterra (aunque algunos creen que llegaron antes a través de barcos indonesios). Más bien se cree que Ngariman era el nativo gato marsupial australiano (Dasyurus maculatus).
El gato y el Arca de Noé (leyenda bíblica)
Cuenta la leyenda que mientras Noé se encontraba en su arca junto con las demás parejas de animales esperando que bajaran las aguas, notó que los ratones se reproducían rápidamente acabando con las provisiones de alimentos.
Noé le preguntó a Dios qué podría hacer. Dios le contestó que acariciara tres veces la cabeza del león. Noé así lo hizo y entonces el león estornudó y de sus narices nació la primer pareja de gatos, quienes de inmediato eliminaron el exceso de ratones, quedando únicamente la pareja que debería perpetuar la especie.