Casos con Exito – Taylor, Nyla y Marta – Enfrentandonos a la epilepsia

Según leía el texto de Marta, se me iban poniendo los pelos de punta, que difícil es soportar la frustración de que nuestro perro tenga una enfermedad incurable.

Pero al menos, hemos conseguido muchas mejoras… ¿quieres saber más? sigue leyendo…

Nos presentamos

Claro que había oído hablar de la dieta BARF ¿cómo no? En el pipican con otros “perristas”, comentarios entre amigos, y por supuesto preguntas a mi veterinaria. Pero debo confesar que no me atraía demasiado la idea. Carne cruda, huesos no sé, la verdad es que me daba respeto y no tenía ninguna certeza de que fuera una dieta mejor.

Me llamo Marta y hoy quería hablaros de mis dos preciosas chicas: Nyla y Taylor. Nyla es una husky siberiana de 6 años de edad y Taylor una border collie de 5, las dos criadas desde que llegaron a casa con pienso. Todo había ido más o menos normal en su vida hasta que una mañana de abril del 2020, en pleno confinamiento, Taylor, que entonces contaba con 3 años recién cumplidos, empezó a convulsionar violentamente sin motivo ni aviso ninguno.

El susto fue tremendo, sin entender nada e incluso tengo que reconocer que temiendo en ese más o menos minuto y medio que duró su ataque, lo peor. No tengo que explicaros la angustia ni la necesidad de respuestas.

Y empiezan los problemas de salud…

Mi veterinaria, que la atendió inmediatamente, la medicó con diazepam y la realizó varios tipos de analíticas de urgencia que dieron negativo en todo. A pesar de ello, convulsionó dos veces más ese mismo día, lo que motivó que al siguiente comenzara un tratamiento antiepiléptico a base de imepitoina. En los días siguientes, continuó teniendo ataques esporádicos y aunque aumentamos la dosis, pronto fue evidente que el tratamiento no le hacía ningún efecto, con lo que al mes más o menos del inicio de su epilepsia le empezamos a tratar con fenobarbital.

El 30 de mayo del 2020 sus ataques pararon y creímos que la enfermedad estaba controlada. Pero no era así, porque justo 6 meses después, el 30 de noviembre, los ataques volvieron. Esporádicos. Cada mes y medio. Luego cada mes. Después cada 15 días hasta que en mayo los ataques eran en racimo, es decir, tenía 3 o más ataques en un solo día. Incluso tuvo 7 en el transcurso de tan solo 24 horas. Mi desesperación era tremenda, era horrible verla así, porque aunque te dicen que ella no sufre, que pierde el conocimiento, es dolorosísimo verla convulsionar tan violentamente, notar que no nos conocía cuando despertaba y verla querer alejarse de nosotros. La solución: nuevo medicamento. Bromuro de potasio que añadir al fenobarbital. Un medicamento altamente tóxico pero que ayuda a detener las convulsiones.

Y aunque la pobre perdió un poco la coordinación y se tropezaba más a menudo, dejó de tener ataques epilépticos. Jugaba con normalidad, estaba contenta y lo más importante, disfrutaba de la vida. Y nosotros de ella, porque aunque ya nadie dormía como antes, pues siempre vivíamos con un ojo y oído abiertos, atentos a cualquier ruido que nos alertara sobre otro ataque más, ver como ella parecía responder al tratamiento nos llenaba de alivio.

Y así pasaron tres meses. Y ningún ataque. Y fuimos respirando un poco mejor. Pero no, en noviembre, otra vez noviembre, comenzaron de nuevo. Cada 8 o 10 días. Luego cada 6. Como un reloj, casi siempre a las mismas horas y siempre cuando dormía. Mi veterinaria me aconsejó pasar directamente al neurólogo ya que ella ya no sabía cómo hacer frente a estas nuevas crisis. Y al neurólogo nos fuimos. Y empezamos con más pruebas. Analíticas de todo tipo, TAC, análisis de líquido cefalorraquídeo y todos los resultados negativos. No hay enfermedad, no hay causa, así que se confirma el diagnóstico: epilepsia idiopática. E incluso catalogada de “refractaria” es decir, que no responde a los medicamentos.

Durante diciembre, enero, febrero y marzo, tuvo ataques en racimo cada vez más a menudo y ya pasamos a tener que ingresarla en el hospital para que la estabilizaran. Las tres veces que estuvo ingresada, le aumentaron las dosis de medicamento. Más fenobarbital y más bromuro. Inlcuso un médico de guardia que nos atendió en uno de sus ingresos en fin de semana, dejó caer la palabra eutanasia.

Habia que buscar soluciones… ¿probamos la dieta natural?

Me fui de la consulta sin escucharle. Yo iba a luchar por ella con todas mis fuerzas. En estos dos años he preguntado a toda persona que he encontrado con algún conocimiento o relación con esta enfermedad, me he empapado de todo lo que he encontrado por la red, he hablado con varios veterinarios con el fin de ayudarla a, por lo menos, tener la mejor calidad de vida posible. No había más que verla a ella, a mi luchadora, con sus ganas de jugar, de vivir devolviéndonos con creces a base de cariño, todos nuestros desvelos.

Después de estos dos años hemos llegado a la conclusión de que a ella el fenobarbital sí que le hace efecto, porque cada vez que se lo suben, los ataques paran, pero que metaboliza muy rápido los medicamentos, con lo cual, en muy poco tiempo los niveles del fármaco en sangre disminuyen y dejan de hacerle efecto, por lo que la única solución es ir subiendo la dosis. Pero son medicamentos muy tóxicos y llegará un momento que sea imposible subirla más.

Mi temor: que entre en status epileptico, es decir que empiece un ataque y no pueda detenerse más que con sedación profunda. En ese caso, no se podría hacer nada más por ella.

Y en una de esas conversaciones con gente en la misma situación que yo, una chica que tiene también un perro con epilepsia me comentó que cambiando la alimentación a su perra había mejorado. Así que le pedí información y me recomendó que hablara con Verónica. Por supuesto no iba a dejar pasar la oportunidad y la llamé. Y así fue como cambiamos su pienso por la dieta BARF, poco a poco eso sí, y con especial cuidado por su parte ya que tenía el hígado tocado de tanta medicina para su enfermedad. Y ha sido lo mejor que hemos podido hacer.

Y empezamos a ver la luz…

Fue empezar la dieta y no volver a tener un ataque. Y no solo eso, sino que cuando llevaba más o menos 15 días con la nueva alimentación pudimos observar que estaba muy torpe, casi no podía andar y se daba con las paredes. Era evidente que estaba intoxicada.

La hicimos analiticas y descubrimos que no solo no tenía ningún ataque si no que, sin haberle tocado la medicación, esta estaba de pronto altísima en sangre. Es decir, con las mismas dosis que tomaba, la nueva alimentación lograba un mayor nivel y la consecuencia era que tenía que bajar el medicamento: El bromuro a la mitad y el fenobarbital un tercio menos. Eso no eran habladurías ni conversaciones de salón o móvil. Eran datos a la vista. Puede que no valieran para otros perros ni que se pueda decir nada más que lo más importante para mí: que había sido una buena idea el cambio.

Ahora mismo toma la misma medicación que hace un año, está mucho más despierta y no está sufriendo ningún ataque. Ya vamos para cuatro meses. Sus últimas analíticas son perfectas, su hígado ha mejorado muchísimo, no parece un perro medicado.

Sé que tiene una enfermedad incurable y que tendremos que pasar por más episodios. Es normal con esta dolencia. Pero si continúa así, por lo menos podremos decir que está bajo control. Ella está contenta, despierta, más delgada, más ágil y al tomar mucha menos cantidad de medicamentos, su calidad y esperanza de vida han aumentado. Y todo gracias a la dieta personalizada que Vero ha preparado para ella.

¿Y quien es Nyla?

Y ahora, por supuesto, le toca probar a Nyla. ¿Cómo, después de lo que había vivido, iba a dejar que ella siguiera comiendo pienso, cuando ahora sé que es posibl e que ella también se beneficie de esta dieta? ¿Por el hecho de tener una excelente salud voy a negarle una alimentación más sana y con ello una mejor calidad de vida? No, obviamente.

Así que hoy, poquito a poco, volvemos a empezar

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