de pura impotencia para el propietario.
De aquí se sacan muchos datos; el perro disfruta cuando se le persigue, ve que al tener él la pelota es el
que crea la acción de juego, el que maneja la situación. Por lo que esto se repetirá cuando vuelva a tenerla y seguramente sea recriminado cuando llegue a las manos de su amo. Creando todo esto un círculo vicioso y enturbiando la relación entre amo y can.
Hay que entender que es instintivo ese comportamiento de no querer soltar SU presa y no debemos enfadarnos con el si no explicarle que, si no interactúa con nosotros a nuestro modo, no habrá juego alguno.
El método es el siguiente:
Necesitamos dos pelotas, cada una agarrada de un cordel para que podamos jugar al tira y afloja sin necesidad de soltarlas.
Primero le presentamos una, la cual cogerá y tirará de ella. A los segundos le enseñamos la otra, moviéndola, dándola vida. Le llamará más la atención y procederá a agarrarla soltando la otra. Ya le tenemos jugando con nosotros y siendo quienes le mostramos la pelota una y otra vez, llevando y controlando la situación. Nosotros creamos el juego.
Cuando tengamos cierta soltura en presentarle una y otra, procederemos a ponerle nombre a la acción. En el momento que saquemos la pelota diremos suelta para que lo relacione con el momento de soltar la que tiene en la boca y, además no se frustre al conseguir la otra que le presentamos. Esto habrá que practicarlo en varias sesiones.
El siguiente paso es retrasar la acción de darle la pelota unos segundos. Le diremos suelta, esperaremos 2 segundos y le daremos la otra, así poquito a poquito iremos alargando más la espera. Trabajándolo en pequeñas sesiones y sin ninguna prisa.
Y para finalizar, el último paso es jugar y practicar ya solo con una pelota pues sabrá el comando.
Lo importante sobre todo es no entrar en su juego de persecución, obviando esa conducta . Haciéndole ver que si nos trae la pelota y la suelta habrá un momento lúdico, la actividad que quiere, le estaremos enseñando cómo conseguirla.
El juego lo empezamos y lo acabamos nosotros, dándonos más valor mental sobre el perro e impidiendo que nos pida a ladridos o saltándonos encima que le demos la pelota. Si accedemos a dársela siempre que la pide será cada vez será más exigente y tendremos menos control sobre él, decaerá el vínculo y estaremos fallándole como dueños responsables, pues esa subida de tono contínua podría potenciar malos comportamientos en otras situaciones distintas en las que antes no había problema alguno.
No es bueno abusar de la pelota, pues causa obsesión, posesividad y comportamiento antisocial. Hay que variar con el paseo, los trabajos mentales y olfativos, la sociabilización con perros y las salidas al monte.