En Grecia, un hombre llamó a la protectora de animales para decir que ya no podía cuidar de su perro y necesitaba que se lo llevaran.
Es un caso triste, pero a veces, cuando una persona no está en las facultades para ocuparse de un animal, es algo bueno que llame a una autoridad para que le busque un hogar mejor. No hay que avergonzarse de no poder, y para pedir ayuda hay que ser muy valiente.
El problema que veo a esta situación no es que un hombre pidiera que le dieran a su perro un lugar mejor. El problema, en realidad, está en las condiciones que ya lo tenía.
Rocky tenía quince años, y ese es el tiempo que había pasado ENCERRADO.
Los “cuidados” que este hombre le había dispensado a su perro eran un collar y una cadena de varios metros atándolo a la caseta, y pasar toda su vida en el patio de la casa, sin entrar dentro, sin socializar, sin conocer más humanos que a su dueño. Esas eran las “buenas” condiciones que le había dado a lo largo de quince años.
Por supuesto, cuando los voluntarios de la protectora fueron a buscarlo, se encontraron con un perro asustadizo que desviaba la mirada, se relamía nerviosamente y rehuía el contacto. No conocía otros seres humanos, ¡mucho menos otros perros! Tuvieron que ponerlo en aislamiento al llegar a la protectora, con una reja para que viera y oliera a los demás residentes, y comenzar un lento y laborioso proceso de socialización.
Por suerte, los perros se adaptan pronto a las nuevas situaciones, sobre todo si son para mejor, y Rocky mejoró hasta el punto de ser capaz de jugar con otros perros y buscar las caricias de los humanos. Al menos, este caso acabó bien. ¿Pero qué le pasaba por la cabeza a esta persona que pensó que aislar y encerrar a su perro era lo mejor para él?
No lo olvides: tu perro es un animal social y necesita jugar y estar en compañía. Permítele explorar el mundo contigo, y jamás lo dejes encadenado al patio.
Marcos Mendoza
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