Cuando el huracán Harvey azotó Texas en agosto del 2017, los refugios quedaron desbordados de animales que llegaban empapados, aterrorizados, muchos de ellos heridos. Barrios enteros y cientos de casas se habían inundado. Familias se habían separado. Humanos habían perdido de vista a sus mascotas, y desesperaban por recuperarlas.
En estas circunstancias tan aterradoras, una mujer vio a dos perros nadando como podían a través de la inundación. Eran un caniche y un bulldog inglés; el bulldog, una hembra llamada Abbey, no lo estaba haciendo muy bien, ya que no es un perro muy preparado para el agua. La mujer se apresuró a recogerlos. Los animales, que confiaban en los humanos, la siguieron hasta su casa, que estaba por encima del nivel del agua, y la desconocida les dio comida, los secó bien, y los calentó en el salón.
Mientras tanto, un hombre ya mayor apenas dormía, y cuando lo hacía solo tenía pesadillas sobre la pérdida de sus dos preciosos perritos, la luz de su vida tras la muerte de su esposa. Su yerno, Ryan Johnson, buscaba por todas partes en su nombre, pero comenzaba a perder la esperanza.
Pero los astros se alinearon: la mujer que había rescatado a los perritos avisó al refugio, explicando lo que había pasado, y aceptando ocuparse de ellos mientras buscaban a sus dueños. Ese mismo día, Ryan llamó a ese mismo refugio para dejar nota de los perros que estaba buscando.
A los encargados del refugio les tomó solo un rato contrastar y conectar toda la información. Para finales de aquella semana, Abbey y su compañero caniche, Snoopy, regresaron con su humano, que por fin pudo volver a dormir.
Marcos Mendoza
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