Entre los aspectos que más consideraciones demandan figura el comedero. Si bien su elección depende en gran medida del tamaño, edad y tipo de hocico del animal, son los comederos elevados los más recomendados.
Mejora la postura del gato al comer
A diferencia de los comederos tradicionales dispuestos al ras del suelo, los modelos elevados eliminan la necesidad de que el gato flexione notablemente su columna vertebral y patas para alimentarse.Cuando la cabeza y boca del gato están más bajas que su estómago, corre el riesgo de comprimirlo, acción que compromete la correcta digestión y suele conducir al desarrollo de malestar estomacal, náuseas, vómitos y gases.
Menor impacto en las articulaciones
El comedero elevado permite al gato alimentarse en una postura favorable para su columna y articulaciones, previniendo la aparición de los problemas que desencadena la curvatura de la región lumbar.Al no requerir flexión articular, se previene el desgarro innecesario que supone el peso del animal cuando sus patas permanecen largo tiempo flexionadas. Por lo general, esta clase de posturas terminan convirtiéndose en torceduras permanentes que comprometen su destreza motora.
Alimentación placentera
El comedero elevado es la solución idónea para que el gato no tenga que agacharse. Al igualar el elemento a la altura de su codo, queda eliminada la necesidad de torcer su columna y bajar el cuello para acceder a la comida.Además de hacer más placentera la alimentación, el elemento favorece el funcionamiento del sistema digestivo gracias a la alineación del hocico, esófago y estómago.
Variedad de modelos disponibles
Los comederos de mascotas se presentan en variedad de diseños, colores y materiales para elegir. Por excelencia son los modelos de acero inoxidable los más resistentes y sencillos de lavar, además de eliminar la preocupación de reacciones adversas.Otra opción favorable la ofrecen los cuencos elevados de vidrio o cerámica ya que evitan la impregnación de olores y son hipoalergénicos. En términos de economía los modelos de plásticos llevan las de ganar, pero suponen el riesgo de provocar alergias eventuales o irritaciones a las membranas mucosas del animal.